Un apagón de gran magnitud dejó sin electricidad a la mitad occidental de Cuba durante la madrugada de este miércoles, afectando a alrededor de 3.5 millones de habitantes. El corte ocurrió cerca de las cinco de la mañana, hora local, y golpeó a provincias como Pinar del Río, Artemisa, Mayabeque y, de manera significativa, La Habana. Las autoridades no han explicado aún las causas, aunque la falla llega en medio de un deterioro profundo del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) y una crisis energética sostenida desde 2024. La población enfrenta apagones diarios prolongados, algunos de más de 20 horas, y reportes recientes ya advertían déficits récord de generación.
Crisis eléctrica sin respuestas inmediatas
El Ministerio de Energía y Minas confirmó la interrupción a través de un mensaje oficial, pero evitó detallar el origen exacto del colapso. La falla ocurre apenas dos días después de que el 59% del país registrara apagones simultáneos debido al déficit de generación, el porcentaje más alto del año. Para los ciudadanos, la incertidumbre se ha vuelto parte de la rutina: la falta de información clara y la imposibilidad de anticipar los cortes complican desde la movilidad hasta la preparación de alimentos.
La magnitud de la afectación coincide con meses de deterioro acelerado en las termoeléctricas cubanas, que operan con equipos obsoletos y requieren mantenimiento mayor. Además, la escasez de divisas ha limitado la compra de combustible para sostener la generación en plantas de diésel y fueloil. Expertos independientes señalan que esta combinación mantiene al país en una vulnerabilidad permanente, con riesgos crecientes de apagones totales como los ocurridos en los últimos doce meses.
La Habana, una de las zonas más densamente pobladas, amaneció con semáforos apagados, interrupciones en transporte y comercios improvisando soluciones. En redes sociales circularon imágenes de calles abarrotadas de personas esperando la restauración del servicio. La tensión social se incrementa en un contexto donde el malestar por la crisis económica y las carencias básicas se expresa cada vez con mayor intensidad.
Colapsos previos evidencian un sistema al límite
Durante 2024 y 2025, el SEN ha sufrido al menos cinco colapsos totales. En algunos casos, la recuperación demoró días y dejó a amplias zonas sin comunicación, refrigeración ni servicios esenciales. En octubre pasado, una «oscilación» provocó una desconexión parcial que tomó horas corregir, sin que la Unión Eléctrica ofreciera detalles sobre el origen del fallo. El patrón se repite: fallas frecuentes, escasa información pública y tiempos inciertos para la normalización.
Las autoridades han atribuido la situación a las sanciones internacionales, alegando que han limitado la compra de combustible y acceso a financiamiento. Sin embargo, economistas y especialistas señalan que la crisis tiene raíces más profundas, como la falta de inversión durante décadas y la dependencia de proveedores como Rusia, Venezuela y México, cuyos envíos se han reducido en los últimos meses.
Los cortes de luz prolongados han tenido efectos directos en la economía cubana, que acumula una caída de alrededor del 11% en los últimos cinco años. La falta de electricidad limita la producción industrial, afecta la refrigeración de alimentos, altera actividades comerciales y presiona aún más a un sistema financiero debilitado. Para muchos hogares, el impacto también es social y emocional: cocinar en fogones improvisados, conservar medicinas sensibles a la temperatura y proteger equipos electrónicos se ha convertido en un desafío constante.
A medida que las jornadas avanzan sin claridad sobre las causas de este nuevo colapso, la población exige respuestas y soluciones de fondo. La reiteración de apagones masivos en solo un año confirma que la infraestructura eléctrica del país ya no resiste más improvisaciones.
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