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    Detención tras el asesinato del general ruso Igor Kirillov

    El general ruso Igor Kirillov, comandante de las Fuerzas de Protección Radiológica, Química y Biológica de Rusia, fue asesinado el pasado 17 de diciembre en Moscú, marcando un evento significativo al ser el oficial de mayor rango asesinado en Rusia desde el inicio de la invasión a Ucrania en 2022.

    Los servicios de seguridad ucranianos (SBU) reivindicaron el atentado, calificando a Kirillov como un “criminal de guerra” y responsable del uso de armas químicas prohibidas. Según el SBU, Kirillov había sido declarado culpable en un juicio en rebeldía, lo que lo convertía en un objetivo legítimo.

    Detención del presunto responsable

    El servicio de seguridad ruso anunció la detención de un hombre de 29 años originario de Uzbekistán, quien, según las autoridades, confesó haber sido reclutado por los servicios especiales ucranianos. Este desarrollo marca un nuevo episodio en la creciente tensión entre Rusia y Ucrania, exacerbada por las denuncias internacionales sobre el uso de armas químicas en el conflicto.

    Acusaciones de uso de armas químicas en Ucrania

    La controversia sobre el uso de armas químicas por parte de Rusia se intensificó en mayo de 2024, cuando Estados Unidos sancionó a Rusia por presuntamente emplear gas lacrimógeno y cloropicrina en el campo de batalla ucraniano. Informes no confirmados señalan que estas sustancias podrían haberse utilizado desde abril de 2022, sugiriendo un patrón recurrente en el uso de estas armas.

    La cloropicrina, un irritante tóxico, y el gas lacrimógeno han sido detectados en muestras recogidas en trincheras de la región de Dnipropetrovsk por la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ). Estos agentes, aunque menos letales que los nerviosos, pueden provocar graves efectos físicos y psicológicos en soldados desprevenidos, limitando sus capacidades operativas.

    El uso de armas químicas y su prohibición internacional

    Las armas químicas están prohibidas desde el Protocolo de Ginebra de 1925 y la Convención sobre Armas Químicas de 1993, que establece una prohibición absoluta sobre su producción, desarrollo y uso. A pesar de estas restricciones, su empleo en conflictos como el de Siria y, ahora, Ucrania, muestra la persistencia de esta táctica, que busca desafiar las normas internacionales.

    Rusia ha negado categóricamente las acusaciones de emplear armas químicas, atribuyendo en cambio a Ucrania la responsabilidad de estos actos. Sin embargo, el uso de estas sustancias no solo envía un mensaje de desafío al derecho internacional, sino que también busca intimidar y desmoralizar tanto a las fuerzas enemigas como a la comunidad internacional.

    Precedentes de ataques químicos atribuidos a Rusia

    Rusia ha sido acusada en múltiples ocasiones de utilizar agentes químicos en incidentes de alto perfil, como el envenenamiento del exespía Sergei Skripal y su hija en 2018 con el agente nervioso novichok, y el ataque contra el líder opositor Alexei Navalny en 2021. Estos casos refuerzan las sospechas sobre su disposición a emplear estas armas en contextos estratégicos.

    Un mensaje de desafío en ambos bandos

    Mientras Rusia envía un mensaje de desafío al orden internacional basado en normas, Ucrania también parece estar adoptando tácticas similares, al menos simbólicamente, al asumir la responsabilidad del asesinato de Kirillov. Este acto refleja no solo una voluntad de resistencia, sino también un mensaje claro de que Kiev está dispuesta a desafiar las reglas en su búsqueda de justicia frente a las acciones rusas.

    El caso subraya el papel de las armas químicas como una herramienta tanto táctica como estratégica, con implicaciones que van más allá del campo de batalla, afectando las relaciones diplomáticas y la percepción global del conflicto.

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