La decisión de bombardear instalaciones nucleares iraníes fue tomada por el presidente Trump desde el helicóptero presidencial. Detrás, hay tensiones internas, maniobras encubiertas y un nuevo pulso de guerra en Medio Oriente.
En pleno vuelo sobre Nueva Jersey, a bordo del Marine One y sin consultar al Congreso, el presidente Donald Trump autorizó el ataque aéreo contra tres complejos nucleares en Irán. La orden fue transmitida directamente al secretario de Defensa Pete Hegseth a través de una llamada cifrada. Horas después, bombarderos B-2 despegaban rumbo a Fordow, Natanz e Isfahan.
La decisión, revelada por The Wall Street Journal, no fue impulsiva. Fue el desenlace de semanas de tensiones crecientes, negociaciones diplomáticas fallidas y una estrategia deliberada para mantener los planes fuera del radar de Teherán. En el entorno más cercano a Trump, la percepción era unánime: Irán estaba ganando tiempo mientras avanzaba hacia un arma nuclear.
Estrategias de distracción y coordinación con Israel
Desde la Casa Blanca se desplegó una operación de distracción. Mientras la vocera Karoline Leavitt afirmaba que no habría decisión en dos semanas, asesores clave como Steve Witkoff y JD Vance se reunían en la Sala de Situación para afinar los mapas de ataque. Al mismo tiempo, una flotilla de bombarderos B-2 despegó con una ruta falsa para desorientar a los servicios de inteligencia iraníes.
Según fuentes del gobierno, los contactos con Israel fueron constantes. La superioridad aérea israelí fue determinante para calcular riesgos mínimos. El gobierno de Netanyahu coordinó objetivos, horarios y cobertura, asegurando una operación fulminante que tomara por sorpresa a Teherán.
Washington dividido y reacción iraní
El respaldo político a Trump fue tibio. Mientras halcones como Lindsey Graham lo alentaban —»vas a recuperar el respeto mundial»—, otros como Tucker Carlson y Marjorie Taylor Greene advirtieron sobre un error estratégico de largo plazo. Incluso desde su propio partido, legisladores como Thomas Massie alertaron que si la base republicana percibe una traición, la abstención en las elecciones de medio término podría ser devastadora.
En paralelo, los demócratas cuestionaron la legalidad del operativo. Reclamaron que Trump debió acudir al Congreso para solicitar una Resolución de Poderes de Guerra. Pero el presidente no lo consideró necesario. “Nuestro país está caliente como una pistola”, declaró. “Hace seis meses estaba frío como el hielo. Estaba muerto”.
La respuesta desde Irán no tardó. El ayatollah Ali Khamenei denunció el ataque como un “crimen sionista” y prometió represalias. Su canciller descartó retomar el diálogo y advirtió que solo responderán a la fuerza con fuerza. Mientras tanto, los medios oficiales publicaban imágenes del complejo de Fordow devastado por las bombas.
Trump se reafirma en su doctrina y advierte represalias
Trump, por su parte, insistió en que el objetivo no era derrocar al régimen iraní, aunque en su cuenta de Truth Social dejó abierta esa posibilidad: “Si su gobierno no puede hacer grande a Irán otra vez, otros lo harán”.
El vicepresidente JD Vance, en entrevista con NBC, dijo que esta vez la diferencia es el liderazgo: “Durante 25 años tuvimos presidentes tontos. Hoy tenemos uno que sí sabe cómo proteger los intereses de EE. UU.”. Aclaró que no buscan otra guerra prolongada, pero advirtió que si Irán ataca tropas estadounidenses o sigue desarrollando armas nucleares, la respuesta será “abrumadora”.
El pasado domingo, Trump se dedicó a monitorear medios y redes sociales. Recibió resúmenes de mensajes de apoyo de sus seguidores y prometió retomar el impulso de su agenda legislativa. “Ahora vamos a sacar adelante el Gran, Hermoso Proyecto de Ley”, escribió.
Entre los funcionarios de seguridad, la sensación es que aún puede venir lo peor. La línea entre un ataque quirúrgico y una guerra regional nunca ha sido tan delgada.
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