Con 17 crónicas y un trabajo fotográfico, el periodista Manuel Ureste nos sumerge en las historias de las víctimas del crimen organizado en «Vivir con el narco». Este libro no centra su narrativa en los grandes capos o las estructuras delictivas, sino en las personas que han sufrido la violencia de estas redes y continúan enfrentándola.
Ureste describe la violencia como una «sombra» que permea todos los aspectos de la vida cotidiana en México, arrebatando no solo vidas, sino también la forma en que entendemos la convivencia en comunidad.
El impacto del crimen organizado en la vida cotidiana
“El crimen organizado nos está arrebatando la vida cotidiana a los mexicanos”, comenta Ureste, destacando cómo no solo afecta a las víctimas directas, sino también a quienes las rodean. En sus viajes por diferentes estados del país, el periodista ha recogido historias profundamente dolorosas, pero también llenas de solidaridad y esperanza.
Estas crónicas exponen una guerra que, según Ureste, ha evolucionado en los últimos 16 o 17 años, expandiéndose de forma alarmante a lugares como Ciudad Juárez, Tijuana, Acapulco y Tamaulipas, convirtiéndose en una problemática nacional.

Resiliencia en comunidades afectadas por el narco
Algunas comunidades han decidido enfrentarse a esta realidad con organización y valentía. Ureste relata la historia de Héctor Zepeda Navarrete, conocido como el Comandante Teto, en Coahuayana, Michoacán. Este hombre, acusado de vínculos con el crimen organizado, negó tales señalamientos y justificó su participación en las autodefensas como una respuesta al asesinato de su hermano.
La resistencia no solo se limita a las autodefensas. En varios territorios indígenas, comunidades enteras han expulsado a los partidos políticos, policías locales y ayuntamientos para autogobernarse y garantizar su seguridad.
Madres buscadoras y el abandono gubernamental
El libro también aborda historias de madres buscadoras, que recorren territorios inhóspitos en busca de los restos de sus familiares, así como maestros que deben huir de comunidades controladas por grupos criminales. Ureste señala casos como el de Arantepacua, Michoacán, donde tras una masacre, los habitantes optaron por organizarse de manera horizontal y erradicar la propaganda política en su localidad.
Protegiendo lo poco que queda: la lucha por los recursos naturales
El abandono gubernamental también se evidencia en comunidades como Nahuatzén, donde pobladores defienden sus bosques de talamontes patrocinados por el narco con apenas garrotes y piedras. Estas historias muestran cómo las comunidades no solo buscan protegerse a sí mismas, sino también preservar su entorno.
El aprendizaje en medio de la guerra
Aunque el panorama parece sombrío, Ureste asegura que «no todo está perdido». Entre la violencia, surgen lecciones de resiliencia y esperanza. Destaca que, aunque los sicarios matan y las estructuras delictivas dominan, las comunidades encuentran formas de resistir y aprender de esta compleja guerra contra el narcotráfico.
Con «Vivir con el narco», Manuel Ureste ofrece un retrato profundamente humano del impacto del crimen organizado, mostrando no solo el dolor y la violencia, sino también la valentía y la solidaridad que emergen en las sombras de esta crisis.
También te puede interesar: Detenida por la Operación Enjambre: Quién es María Elena “N”, presidenta municipal de Amanalco