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    Lo bueno, lo malo y lo feo: México entre el alivio y la preocupación tras la nueva oleada de aranceles de Donald Trump

    El reciente giro proteccionista de la política comercial de Estados Unidos bajo el liderazgo del presidente Donald Trump ha dejado a México en una situación ambivalente: si bien ha logrado evadir la inclusión en la lista de países sancionados con aranceles recíprocos, aún enfrenta importantes desafíos derivados de tarifas ya impuestas a sectores clave de su economía.

    Lo bueno: México queda fuera del nuevo paquete arancelario

    El anuncio del miércoles pasado, en el que Trump impuso nuevos aranceles a decenas de países —entre ellos China, Vietnam y la Unión Europea— no incluyó a México, gracias en gran parte al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Esta exclusión representa un respiro importante para el país, que destina más del 80% de sus exportaciones al mercado estadounidense.

    Según analistas del banco BBVA, la situación abre una “ventana de oportunidad” para que México se beneficie del fenómeno de nearshoring, o relocalización de cadenas productivas desde países sancionados hacia naciones con mejor acceso comercial a Estados Unidos.

    Por su parte, Valeria Moy, directora del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), considera que este contexto puede favorecer el “Plan México”, una iniciativa conjunta entre el gobierno de Claudia Sheinbaum y el sector privado para aumentar inversiones y fortalecer el suministro interno.

    Lo malo: el acero y el sector automotriz siguen bajo presión

    A pesar del alivio general, sectores estratégicos de la economía mexicana siguen en la mira. El acero, el aluminio y la industria automotriz continúan enfrentando aranceles del 25% impuestos por la administración Trump antes del nuevo paquete de sanciones.

    Para Juan Francisco Torres Landa, socio de la firma Hogan Lovells, la medida contradice el espíritu del T-MEC:

    La industria automotriz, que representa uno de los motores más potentes del comercio exterior mexicano, es particularmente vulnerable. Bajo las nuevas reglas estadounidenses, las partes de vehículos que no cumplan con ciertos requisitos de contenido nacional serán gravadas, lo que representa un desafío logístico y administrativo considerable.

    Los primeros impactos ya se han manifestado. Stellantis, fabricante de marcas como Chrysler, Jeep y Dodge, anunció la pausa temporal de operaciones en sus plantas de Toluca y Saltillo.

    Lo feo: un entorno internacional volátil e incierto

    Más allá de las medidas directas, el contexto global es altamente incierto. Analistas de Capital Economics señalan que el mundo podría estar al borde de una guerra comercial de gran escala si los países afectados responden con represalias similares.

    De hecho, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha advertido que un aumento del 25% en aranceles entre Estados Unidos y sus socios comerciales podría reducir hasta en un 2% el Producto Interno Bruto global.

    En este entorno, los mercados financieros ya han reaccionado negativamente: las principales bolsas del mundo registraron pérdidas importantes tras los anuncios del mandatario estadounidense.

    Mientras el gobierno mexicano asegura estar negociando en los próximos 40 días “las mejores condiciones” para proteger a sus industrias automotriz y siderúrgica, el país navega entre el optimismo cauteloso y la necesidad urgente de una estrategia integral que le permita capitalizar oportunidades sin descuidar su vulnerabilidad estructural.

    La economía mexicana, que según proyecciones crecerá apenas 0.5% este año, se encuentra ante un nuevo reto que podría redefinir su papel en el comercio mundial.

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