En el corazón selvático de Tulum, donde la noche se enciende con antorchas y la brisa acaricia con aroma a copal, se alza BAK’: un santuario para los amantes de la carne y del placer sin concesiones. Más que un restaurante, es una experiencia sensorial que conjuga mística, fuego y cortes de carne que rozan lo celestial. Su cocina abierta, con brasas ardientes a la vista, no solo cocina: hipnotiza.
La joya de su menú es el Wagyu Jack’s Creek australiano, un corte que cruza el umbral de lo terrenal. Su marmoleo perfecto, casi indecente, se deshace con un suspiro. Cocinado con precisión quirúrgica al fuego vivo, este Wagyu no se sirve: se celebra. Cada mordida es un manifiesto hedonista que honra al animal, al fuego y al arte de la espera.
«Queremos que la carne hable sin disfrazarse, que diga quién es, de dónde viene y por qué merece respeto», la clave está en no forzar nada:
«Nosotros solo acompañamos al fuego. No lo domesticamos, lo entendemos. Cuando el fuego respeta la grasa, el resultado no puede fallar».
La carta de BAK’ no se limita a cortes exquisitos. Su selección de mariscos frescos, como el pulpo braseado con emulsión de maíz tatemado, o las ostras del Pacífico con espuma de mezcal, son guiños al océano que también alimenta a la península. Acompañado de una cava generosa y coctelería de autor, el menú logra balancear la contundencia de las brasas con la frescura de lo marítimo.
Un lugar inolvidable
El ambiente es otro de los protagonistas. Techos altos, luces bajas, muebles rústicos con diseño minimalista, y una vegetación que parece entrar por las paredes. El restaurante no está construido en la selva: parece brotar de ella. El sonido de las cigarras y un playlist que mezcla soul, electrónica suave y algo de jazz latino completan una escena que lo vuelve inolvidable.
BAK’ está ubicado en el kilómetro 8 de la zona hotelera de Tulum. Su sitio web, bakrestaurant.com, ofrece el menú completo, reservas y una galería que apenas roza la magnificencia del lugar en vivo.
Para quienes creen que la carne es solo un alimento, BAK’ les demuestra que puede ser una religión. Y que en Tulum, el fuego no destruye: crea arte.
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