En medio de las praderas del municipio El Marqués, a poco más de dos horas de la Ciudad de México, se encuentra un lugar que parece salido de una postal rural europea. Rancho Santa Marina es un proyecto 100% mexicano que combina sustentabilidad, gastronomía, biodiversidad y aprendizaje vivencial.
Desde la llegada, la sensación de desconexión es inmediata. El silencio del campo se ve interrumpido solo por el balido de las ovejas o el murmullo de la brisa entre los viñedos. Así comienza una experiencia de poco más de dos horas que deja una huella duradera.

El recorrido: donde empieza la transformación
La visita guiada inicia a las 11, 13 o 15 horas y lleva a los visitantes por las praderas de pastoreo rotacional, el huerto biointensivo y el viñedo biodinámico. Cada parte del proceso es explicada con precisión y pasión: no se utilizan atajos ni productos químicos. La leche con que se elaboran los quesos proviene de animales criados sin hormonas ni antibóticos, y el vino se produce con uvas cultivadas sin pesticidas ni sulfatos.
En la quesería se puede observar todo el proceso, desde la pasteurización hasta la maduración. Los quesos reposan en una cava natural a 17 grados y con 80% de humedad, donde son volteados diariamente. La gama incluye desde el fresco feta, ideal para ensaladas, hasta el robusto crottin de cabra, premiado a nivel nacional en 2023.
Entre los productos destacados se encuentran el camembert de vaca, de textura untuosa y notas a champiñón; el chavichu, cubierto con ceniza del viñedo, que sorprende con su sabor terroso y elegante; y el queso al vino tinto, bañado durante diez días en Shiraz local, con un retrogusto frutal memorable.
El pan, la pizza y el vino: placer hecho a mano
Posteriormente, los visitantes tienen la oportunidad de amasar pan con masa fermentada natural y hornearlo en horno de leña. Otra opción es preparar una pizza con ingredientes frescos del huerto: jitomate, albahaca, setas y quesos del propio rancho. Todo está diseñado para involucrar a los asistentes, ensuciarse las manos y comprender cómo se forma un alimento desde su origen.
El pan resulta crujiente, con corteza firme y miga húmeda. La pizza, sencilla en apariencia, está cargada de sabor. Ambos se maridan con una copa de vino Shiraz: de cuerpo medio, taninos suaves, aromas a mora, cereza, especias y un sutil toque de violetas. Un vino amable, pensado para acompañar sin dominar.
La filosofía: aprender desde el hacer
Rancho Santa Marina no es solo una fábrica de alimentos; es un centro de aprendizaje. Cada paso está diseñado para enseñar: que la leche cambia con la temporada, que el suelo necesita descanso, que la ceniza puede ser un ingrediente y que el vino y el queso también son biología. Además, se ofrecen campamentos para niños, talleres de asado, eventos privados, brunch dominical y estadías en su hotel con alberca natural.
La atención es cálida y precisa, sin ser invasiva. Se respeta el silencio del campo y el ritmo de la tierra. Las familias se relajan, los niños interactúan con los animales y los adultos redescubren el valor de los oficios agroecológicos.
Reservaciones
El recorrido tiene un costo de $350 pesos para adultos y $180 para niños mayores de cinco años. Se recomienda reservar con antelación en el sitio oficial: www.ranchosantamarina.com.mx. También están disponibles en Instagram (@ranchosantamarina), donde se anuncian eventos especiales y temporadas de quesos.
Pasar un día en Rancho Santa Marina no es una simple visita; es una lección de humildad, sabor y respeto. En un mundo dominado por la inmediatez, este espacio invita a regresar a lo esencial.
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