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    Indígenas y científicos unen fuerzas para salvar al achoque, el ajolote sagrado del lago de Pátzcuaro

    En las tranquilas aguas del lago de Pátzcuaro, un grupo de pescadores indígenas y científicos lucha contrarreloj para preservar a una de las especies más enigmáticas y amenazadas de México: el achoque, un pariente del ajolote dotado con una extraordinaria capacidad para regenerar órganos.

    Durante cinco décadas, Froylán Correa vivió de la pesca en este cuerpo de agua. Hoy, junto a su hijo Israel y otros pobladores, dedica su vida a evitar la extinción de esta salamandra endémica, que forma parte de las leyendas, la medicina tradicional y la identidad cultural purépecha. “Llueva, truene, haya fiestas o no, tenemos que estar aquí, porque si no se nos mueren”, afirma Israel Correa, reflejando el compromiso que exige esta especie.

    Desde tiempos prehispánicos, el achoque ha sido venerado y utilizado como alimento y remedio natural. Se le atribuyen propiedades nutricionales y curativas, especialmente para enfermedades respiratorias. Pero más allá de sus beneficios, el animal forma parte del imaginario indígena: según una leyenda local, el achoque fue alguna vez un dios malvado que se ocultó en el lodo del lago para escapar del castigo de otras deidades.

    Este misticismo no ha bastado para garantizar su protección. El exceso de pesca, la contaminación del lago y la extracción desmedida de agua han devastado su hábitat, ubicando al achoque en la categoría de “críticamente amenazado” según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

    Ciencia y cultura en defensa del lago

    La Universidad Michoacana, a través de un equipo liderado por los biólogos Rodolfo Pérez y Luis Escalera, ha articulado una estrategia conjunta con las comunidades ribereñas para incubar huevos de achoque en condiciones controladas. El objetivo: lograr el renacimiento de una población que lleva décadas al borde del colapso.

    Un modelo de conservación desde la raíz

    A diferencia de otros proyectos ambientalistas, esta iniciativa destaca por su enfoque colaborativo y comunitario. Los indígenas no son simples beneficiarios, sino guardianes del lago, quienes desde su cosmovisión y experiencia cotidiana han aprendido a convivir y proteger este anfibio sagrado.

    Este esfuerzo demuestra que la conservación de especies no depende exclusivamente de laboratorios o políticas públicas, sino también de alianzas con las comunidades que entienden profundamente su entorno. Mientras el achoque siga nadando en el corazón de Pátzcuaro, no solo se preservará una especie, sino también una parte viva del alma ancestral de México.

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