Un vuelo que duró apenas diez segundos y una explosión que iluminó el cielo: eso fue todo lo que se supo del Beechcraft King Air B200 que se estrelló el domingo 13 de julio en el aeropuerto de Southend, al este de Londres. El avión, perteneciente a Zeusch Aviation y con matrícula PH-ZAZ, colapsó a pocos metros de la pista sin que, hasta ahora, exista confirmación oficial sobre el número de personas a bordo, su identidad o el propósito del viaje.
La aeronave despegó a las 15:58 horas. Alcanzó apenas 175 pies de altitud. Luego, según testigos, se ladeó de manera brusca, casi invirtiéndose en el aire, antes de estrellarse de frente contra un campo adyacente. El impacto generó una bola de fuego visible desde el aeropuerto y zonas aledañas, sin que se escuchara explosión previa o algún fallo mecánico evidente.
Un accidente sin duelo ni respuestas
Pese a que el hecho ocurrió frente a pasajeros, personal aeroportuario y familias que paseaban por el lugar, las autoridades británicas no han informado cuántas personas iban en el avión ni si había pacientes a bordo. Las imágenes tomadas tras el siniestro muestran restos carbonizados irreconocibles. Solo una parte del fuselaje posterior sigue intacta, con un par de ventanillas como únicos testigos mudos.
“Fue como si el avión se doblara sobre sí mismo y luego se lanzara al suelo”, relató John Johnson, testigo presencial. Otros pasajeros como Adrian Gaudin, que esperaba su vuelo de regreso a París, dijeron que nunca se les dio información oficial tras el accidente: “Simplemente nos bajaron del avión. No nos dijeron nada”.
El silencio contrasta con la magnitud del evento. No hubo lista de pasajeros publicada. Ninguna embajada ha confirmado ciudadanos afectados. Las redes sociales no se han llenado de homenajes, ni las autoridades han convocado a una conferencia de prensa. Todo lo contrario: reina la opacidad.
Un avión sanitario con misión desconocida
Zeusch Aviation, la empresa operadora, tiene sede en Países Bajos y se especializa en vuelos sanitarios y misiones de repatriación o traslado de órganos. El PH-ZAZ había operado vuelos desde Atenas y Pula antes de llegar a Southend, desde donde debía regresar a Lelystad. En su sitio web se le ofrecía como aeronave para vuelos “Medevac / Repatriation / Transplant Service”.
Sin embargo, hasta el momento ninguna fuente oficial ha detallado si el vuelo SUZ1 transportaba personal médico, pacientes o algún tipo de carga especial. El aeropuerto permanece cerrado desde el incidente.
Respuesta rápida, pero información nula
La policía de Essex llegó minutos después. El cuerpo de bomberos controló el fuego y los equipos HART (Hazardous Area Response Team) aseguraron la zona. Sin embargo, lo que siguió fue una total falta de información pública.
Testigos como James Philpott, camarero en un club cercano, afirmaron haber sentido una ola de calor “como si me cocinara”. Pete Jones, presidente del club Westcliff Rugby, denunció que se ordenó evacuar el lugar y luego se canceló la orden sin explicación. Incluso los medios británicos han tratado el hecho con un tono más neutro de lo habitual.
La ministra de Transporte, Heidi Alexander, solo publicó en redes: “Estoy al tanto del trágico incidente. Estoy recibiendo actualizaciones regulares”. No se ha dado un parte oficial ni se han confirmado identidades.
Un misterio sin cerrar
La escena del accidente sigue cercada. Las autoridades han habilitado un portal para recibir información del público. Pero más allá de la mancha negra en el campo, los restos del avión y los testimonios dispersos, no hay claridad.
“No entiendo cómo algo así puede pasar y simplemente no saberse quién estaba en el avión”, dijo Ben Guppy, testigo del accidente. Su desconcierto resume el sentimiento general: hubo una tragedia, pero parece que nadie quiere mirarla de frente.
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