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    Crisis climática: medio planeta bajo asfixia térmica por acciones humanas

    Más de 4 mil millones de personas en 195 países han enfrentado al menos 30 días consecutivos de calor extremo en el último año, un fenómeno sin precedentes que ha dejado al descubierto el costo real del calentamiento global inducido por actividades humanas. Este patrón, sostenido por la quema de combustibles fósiles, la deforestación y la urbanización descontrolada, confirma que el cambio climático ya no es un riesgo futuro, sino una emergencia actual y multisistémica.

    Investigaciones de Climate Central, World Weather Attribution y la Cruz Roja Internacional revelan que la duración e intensidad del calor no pueden explicarse sin la influencia humana. En un mundo sin emisiones acumuladas, estos extremos térmicos serían estadísticamente improbables. Hoy, son la norma.

    Europa y América han sido epicentros de las consecuencias más visibles. En el verano de 2025, Portugal, España, Francia e Italia reportaron más de 2,300 muertes vinculadas directamente al calor entre el 23 de junio y el 2 de julio. En ciudades como Mora (Portugal), los termómetros alcanzaron los 46.6 °C, mientras que incendios forestales arrasaron zonas de Grecia e Italia, forzando evacuaciones masivas y desestabilizando las redes eléctricas.

    La infraestructura energética está al borde del colapso. El consumo eléctrico aumentó hasta un 14 % en horas pico, y las fallas de suministro se multiplicaron en zonas urbanas densamente pobladas. Las consecuencias económicas son evidentes: el Banco Central Europeo estima que el PIB de varios países podría caer hasta 0.5 puntos porcentuales en promedio, y hasta 1.4 % en regiones como España, donde agricultura, turismo y transporte son especialmente vulnerables al calor extremo.

    Impacto en México y aceleración global del calentamiento

    México también experimenta su propia crisis térmica. De abril a junio de 2024, se registraron más de 90 muertes por calor, y casi 2 mil atenciones médicas por golpes de calor y deshidratación. Estados como Yucatán y entidades del norte han rebasado los 45 °C y se prevé que estas temperaturas anómalas persistan hasta septiembre.

    Los efectos no se limitan a los humanos. En Tabasco y Chiapas, al menos 157 monos aulladores murieron por falta de sombra y agua. La fauna silvestre enfrenta un estrés térmico que altera sus patrones de reproducción, alimentación y migración. También la agricultura está siendo diezmada: la sequía afecta ya a estados clave como Sonora, Chihuahua y Veracruz, comprometiendo cosechas básicas como maíz, caña y frijol.

    El Servicio Meteorológico Nacional anticipa temperaturas por encima del promedio histórico en toda la península de Yucatán, el Altiplano Central y el noreste del país durante los próximos dos meses. Esto ocurre en paralelo a la alerta emitida por la Organización Meteorológica Mundial, que advierte una probabilidad del 86 % de que al menos un año entre 2025 y 2029 supere el umbral crítico de +1.5 °C respecto a la era preindustrial.

    Ese umbral no es solo simbólico: al superarse, aumentará la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos como huracanes, sequías, incendios y tormentas. El “climate whiplash” —cambios abruptos entre inundaciones y sequías— se está volviendo más común en Asia, África y América, impulsado por alteraciones en los patrones atmosféricos y oceánicos.

    Un planeta sin refugio térmico

    Las consecuencias no reconocen fronteras. En EE. UU., las lluvias extremas de julio dejaron más de 130 muertos en Texas, con daños estructurales generalizados. En Asia, la pérdida de cosechas por monzones erráticos ha provocado desplazamientos masivos. África enfrenta desertificación acelerada, falta de agua potable y migraciones forzadas en regiones como el Sahel y el Cuerno.

    Los impactos también amenazan los ecosistemas clave para la resiliencia climática. Los humedales, vitales para la regulación hídrica y la biodiversidad, se están perdiendo a un ritmo alarmante. Según el Foro Económico Mundial, al menos mil millones de personas ya viven bajo los efectos de la subida del nivel del mar.

    El calor extremo no solo es una estadística ambiental. Es un factor de muerte, de pobreza, de pérdida de biodiversidad. Expone la fragilidad de las ciudades, los sistemas alimentarios y las economías regionales. Ante este escenario, los expertos insisten en la urgencia de adoptar políticas de adaptación, ampliar la infraestructura verde, fortalecer los sistemas de alerta temprana y acelerar la transición energética.

    La ciencia ha hablado con claridad: el tiempo de actuar no es mañana, es hoy.

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