Una práctica violenta contra la fauna silvestre volvió a evidenciar la falta de límites entre cultura y crueldad. En el barrio de Kilakán, municipio de Calkiní, Campeche, se realizó un evento en el que piñatas fueron llenadas con animales vivos —iguanas, serpientes y hasta zorros— para luego ser golpeados hasta morir por los asistentes. Las imágenes han generado una ola de indignación pública, tanto por la brutalidad de los hechos como por la participación activa de menores de edad.
Videos compartidos en redes sociales muestran cómo los animales, encerrados en vasijas suspendidas como piñatas, caen al suelo tras ser rotas. Desorientados, son perseguidos y asesinados a palazos o patadas, en medio de aplausos y gritos. Diversas organizaciones defensoras de los animales calificaron la escena como un acto sistemático de violencia, normalizado bajo el pretexto de una supuesta costumbre regional.
Permisos oficiales y omisión institucional agravan el caso
La Fiscalía Especializada en Delitos contra Animales, Ambiente y Ecosistemas confirmó que el evento contaba con autorización del gobierno municipal. Ante ello, inició una investigación formal no solo contra los organizadores, sino también para determinar la responsabilidad de funcionarios públicos que aprobaron esta actividad. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) también participa en el proceso legal.
“Cualquier manifestación cultural que implique sufrimiento animal debe ser erradicada”, señalaron desde el colectivo Derecho sin Crueldad. Las autoridades locales aún no han emitido un pronunciamiento oficial, mientras el caso ya se encuentra documentado como presunto delito ambiental, pues en Campeche el maltrato animal está penalizado.
Infancia expuesta a violencia contra otras especies
Uno de los aspectos más preocupantes del caso es la exposición infantil a prácticas crueles. Las grabaciones muestran cómo niños participan activamente en la persecución y agresión de los animales. Psicólogos y especialistas en derechos de la infancia han advertido que estas conductas pueden generar insensibilidad hacia el dolor ajeno y reproducir patrones de violencia normalizados.
“La violencia no es parte de la identidad cultural; es resultado de la impunidad”, comentó la activista ambiental Gabriela Amador. En redes sociales, miles de usuarios coincidieron con esta crítica y exigieron no solo sanciones legales, sino políticas públicas educativas que fomenten la empatía inter-especie desde temprana edad.
Urgen reformas y vigilancia para erradicar prácticas abusivas
El evento ocurrido en Kilakán no es un hecho aislado. En varias regiones del país persisten manifestaciones que implican maltrato animal, ya sea con fines rituales, festivos o recreativos. Por ello, especialistas proponen reformas que impidan el uso de fauna silvestre en festividades y obliguen a los municipios a respetar la legislación ambiental vigente.
La Profepa, que ya colabora en la investigación, señaló que mantendrá vigilancia en la región para evitar represalias contra denunciantes y verificar que no se repitan eventos similares. Además, advirtió que los permisos municipales no eximen de responsabilidad penal a quienes violen la Ley General de Vida Silvestre.
El caso ha reabierto un debate incómodo: ¿hasta dónde debe llegar la tolerancia hacia las tradiciones cuando estas atentan contra los derechos de los animales? Para muchos, el límite ya fue cruzado.
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