El plástico ha colonizado el planeta: lo mismo flota en los mares que aparece en la comida y el cuerpo humano. Con una producción anual de 460 millones de toneladas y apenas un 9 % reciclado, la urgencia de establecer reglas internacionales es innegable. México, a través de organizaciones como WWF, impulsa la creación de un tratado global vinculante que podría cambiar el rumbo ambiental de las próximas décadas.
La magnitud del problema es escalofriante. Cada año se producen 460 millones de toneladas de plástico en el mundo, pero más del 90 % termina fuera de los sistemas de reciclaje. Ese plástico no desaparece: se fragmenta, contamina suelos, ríos, mares, y finalmente llega a nuestro organismo.
En lugares tan lejanos como la Fosa de las Marianas o la cima del Everest ya se han encontrado microplásticos. En la Ciudad de México, el problema también es descomunal: tan solo en la capital se generan 895 mil toneladas anuales de residuos plásticos, suficiente para llenar el Estadio Azteca.
El enemigo cotidiano: plásticos de un solo uso
Gran parte del problema proviene del plástico de un solo uso, que representa el 40 % de la producción mundial. Su diseño está pensado para la comodidad y no para la sostenibilidad. Bolsas, vasos de unicel, empaques y envolturas son parte de esta cultura de consumo desechable.
Muchos de estos plásticos provienen de fuentes fósiles y contienen químicos tóxicos. La producción continúa en niveles peligrosos, y aunque existen buenas prácticas como el reúso o la reparación, siguen siendo opciones marginadas por la inercia del modelo lineal.
El Tratado Global de Plásticos: una última oportunidad
Ante esta crisis, la ONU ha convocado a una última ronda de negociaciones en Ginebra del 5 al 14 de agosto para definir los términos de un Tratado Global de Plásticos. Se busca establecer normas claras que obliguen a los países a reducir los plásticos más dañinos, regular químicos peligrosos y crear estándares que obliguen a las empresas a rediseñar sus productos para que sean reciclables o reutilizables.
México ha participado activamente en este proceso a través de organizaciones como WWF México, que impulsa también plataformas locales como la PAP-CDMX. Esta iniciativa reúne a empresas, sociedad civil, gobierno y academia para transformar la forma en que usamos y desechamos plásticos.
El papel de cada sector en esta lucha
El éxito del Tratado dependerá de la voluntad colectiva. Los gobiernos deben aplicar y reforzar la regulación. Las empresas están llamadas a reinventarse y producir sin residuos. Las universidades deben seguir generando evidencia científica. Y los ciudadanos deben romper con el modelo de usar y tirar.
El tratado no es una solución mágica, pero sí puede ser la brújula para cambiar de rumbo. Si se logra un acuerdo vinculante, se abrirá la puerta a un sistema global más justo, circular y resiliente. De lo contrario, la crisis plástica seguirá creciendo hasta volverse irreversible.
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