Donald Trump inició su segunda visita de Estado al Reino Unido con una recepción sin igual en el Castillo de Windsor, donde el rey Carlos III rompió con el protocolo centenario al extender honores excepcionales al presidente estadounidense y su esposa, Melania. Llegados en Marine One directamente al Jardín Este del castillo —el más antiguo y grande del mundo, construido en 1070 por Guillermo el Conquistador—, los Trump fueron recibidos por los príncipes de Gales, Guillermo y Catalina, antes de unirse Carlos III y la reina Camila para una ceremonia militar que incluyó un saludo real de 41 cañonazos y un flypast de nueve aviones con estelas tricolores. “Carlos es mi amigo desde hace mucho, antes de ser rey; es un elegante caballero que representa bien a su país”, declaró Trump en la Casa Blanca antes del viaje, destacando una amistad que lo distingue como el único presidente recibido por dos monarcas en sus mandatos: Isabel II en 2019 y ahora Carlos III.
La bienvenida, que Trump describió como “la máxima”, incluyó una revista a la Guardia de Honor y un paseo en carruaje tirado por seis caballos blancos, escoltados por 120 jinetes de la Household Cavalry y 1,300 efectivos militares, entre infantería, marina y RAF. Tras los himnos “God Save the King” y “The Star-Spangled Banner”, la comitiva disfrutó un almuerzo privado en el castillo, seguido de una exposición en el Salón Verde de documentos de la Colección Real, como la Declaración de Independencia y tratados angloamericanos. Trump y Melania concluyeron el día depositando una ofrenda floral en la Capilla de San Jorge, ante la tumba de Isabel II, acompañados por el coro de la capilla.
Un banquete histórico en la Mesa de Waterloo
La jornada culminó a las 20:00 horas con un banquete de gala en St. George’s Hall, sin precedentes en un siglo de monarquía británica. Vestidos con frac y corbatas blancas para los hombres, y vestidos de diseño con joyas personales para las mujeres, Trump, Melania, Carlos III y Camila se sentaron en la Mesa de Waterloo —de 50 metros de largo y capacidad para 160 invitados—, preparada en cinco días con el Gran Servicio, una vajilla de plata dorada de 200 años con más de 4,000 piezas. El menú, un secreto de Estado hasta el último minuto, incluyó salmón ahumado, cordero asado y postres con frutas exóticas, acompañado de vinos de la bodega real. Carlos III propuso un brindis por Trump, quien respondió exaltando la “especial relación” angloamericana.
Lejos del esplendor real, el centro de Londres fue escenario de protestas masivas contra Trump, convocadas por la coalición Stop Trump. Al menos 5,000 personas marcharon desde Oxford Circus al Parlamento, con pancartas como “Trump no es bienvenido” y “No al racismo, no a Trump”, denunciando su apoyo a la extrema derecha, el genocidio en Gaza y las deportaciones masivas. El icónico globo “Baby Trump” —un bebé en pañales con el rostro del presidente— flotó sobre la multitud, junto a representaciones de Trump como preso de Guantánamo o arrastrado por una soga. La marcha, vigilada por 1,600 policías, incluyó activistas climáticos, antirracistas y propalestinos, con eslóganes contra la complicidad del gobierno de Keir Starmer.
El alcalde Sadiq Khan, rival histórico de Trump, no asistió al banquete en señal de protesta, uniéndose a Ed Davey, líder de los Liberal Demócratas, quien boicoteó el evento por la ofensiva israelí en Gaza. Cuatro arrestos se registraron por proyectar imágenes de Trump y Jeffrey Epstein en Windsor, un recordatorio de sus vínculos pasados. La policía reportó 26 agentes heridos en escaramuzas menores, pero la marcha transcurrió pacíficamente.
Tensión con Starmer: Acuerdos nucleares y choques en Ucrania y Gaza
Trump viajará mañana a Chequers, residencia campestre del primer ministro Keir Starmer, para una cumbre que firmará acuerdos por más de 10 mil millones de dólares en tecnología y energía nuclear, sin precedentes en la relación bilateral. El pacto acelera la validación mutua de reactores modulares pequeños (SMR), impulsando un “renacimiento nuclear” para alimentar centros de datos de IA, con participación de Jensen Huang (Nvidia), Sam Altman (OpenAI) y Stephen Schwarzman (Blackstone). Starmer lo describió como una “era dorada de la nuclear” que reducirá facturas energéticas y posicionará a ambos países en la vanguardia global.
Sin embargo, las diferencias son profundas. Trump presiona a Starmer por mayor “libertad de expresión” para figuras como Tommy Robinson, líder de la extrema derecha que organizó una marcha antiinmigrantes el sábado con 110,000 asistentes. En Ucrania, Starmer exige más sanciones a Rusia, mientras Trump aboga por diálogo directo con Putin y prioriza restricciones a China. Sobre Gaza, Starmer anunció el reconocimiento de Palestina en la ONU junto a Macron, cuestionando las operaciones de Netanyahu, que Trump criticó pero no frenó. A pesar de los roces, el acuerdo nuclear y en tecnología —incluyendo una filial de OpenAI en el Reino Unido y chips de Nvidia— busca fortalecer lazos post-Brexit, con Starmer como primer líder en negociar aranceles reducidos en acero y whisky.
La visita de Trump, de 48 horas, evita Londres para minimizar protestas, centrándose en Windsor y Chequers. Melania participará en eventos con Camila y Catalina, como una visita a la Casa de Muñecas de la Reina María y un scouting con los Scouts británicos. Mientras el banquete en Windsor evoca la historia —con la Mesa de Waterloo preparada en cinco días—, las calles de Londres recuerdan que Trump divide opiniones. Su legado diplomático en el Reino Unido: acuerdos millonarios, pero un recordatorio de que la “especial relación” navega aguas turbulentas.
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