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    Experta de la ONU propone replicar el modelo egipcio para ordenar el turismo en Quintana Roo

    Quintana Roo puede aprender de Egipto —y rápido— si quiere evitar que su valor arqueológico y su atractivo turístico se conviertan en ruina por la mala planeación. Esa es, en pocas palabras, la advertencia de Mona Samir Rady, presidenta de la Comisión de Hábitat y Ambiente de la Unión África de la ONU. Su propuesta: aplicar principios usados en proyectos como Nueva Alamein City para regular movilidad, acceso y actividades comerciales alrededor de zonas sensibles.

    Un modelo para evitar la saturación y el negocio privado de las playas

    Rady señala algo elemental pero pocas veces respetado: la gestión del turismo no es solo promoción; es diseño urbano, planificación y control de las actividades económicas. En Egipto, la creación de nuevas áreas turísticas se acompaña de una regulación estricta sobre qué se permite y dónde. En México, dice, el problema no es solo el flujo de visitantes sino quién decide sobre ese flujo.

    El caso de Tulum y el Parque Jaguar —con su cobro por acceso y la instalación de áreas “premium”— es un ejemplo de lo que la experta considera mala práctica. “Si no planeas con la población, impones un sistema que excluye a los habitantes”, advirtió. Traducido: convertir playas públicas en un servicio para turistas de alto gasto elimina derechos básicos de la comunidad local.

    Rady propone, en esencia, tres órdenes de acción: participación ciudadana real en el planeamiento; zonificación clara que separe áreas de conservación, ocio y comercio; y sistemas de movilidad que no asfixien los sitios arqueológicos ni el tejido urbano. No es una receta mágica. Es planificación.

    Nueva Alamein City: ¿copiar o adaptar?

    La especialista pone sobre la mesa a Nueva Alamein City como ejemplo funcional: una ciudad nueva pensada desde cero, con playas especiales para determinadas actividades y áreas estrictamente reservadas para la preservación del patrimonio. El modelo implica permitir cierta privatización controlada, sí, pero dentro de un marco público que obliga a respetar el acceso y la conservación.

    La clave, insiste Rady, está en la participación. “Somos usuarios —dijo—; somos los que experimentaremos este viaje y las nuevas áreas”. Es decir: planear sin escuchar a vecinos e indígenas es condenar el proyecto al rechazo social. Cuando los proyectos se conciben como negocios exclusivos se genera conflicto y pérdida de legitimidad.

    Movilidad, patrimonio y turismo: el triángulo crítico

    En su visita a la Ciudad de México y el Museo Nacional, Rady evaluó cómo el planeamiento urbano puede proteger sitios arqueológicos. Movilidad, accesos y servicios deben integrarse antes de permitir más visitantes. Si no, advierte, el daño es irreversible: caminos improvisados, estacionamientos encima de vestigios y un turismo que solo llega a consumir.

    También tocó el tema de la migración y los refugiados. Para Egipto, dijo, la acogida se hace “con condiciones” para evitar tensiones; en México, advirtió, la recepción debe combinar solidaridad con políticas claras que protejan derechos y recursos.

    ¿Qué debería hacer Quintana Roo ahora?

    1. Abrir mesas de diálogo con comunidades indígenas, vecinos, empresarios y académicos.

    2. Definir un plan de zonificación turístico-arqueológico con veda en áreas frágiles.

    3. Regular el acceso comercial a playas para evitar prácticas que sustituyan el derecho ciudadano.

    4. Implementar soluciones de movilidad que prioricen transporte público y peatonal.

    La propuesta de Mona Samir Rady no es una cura instantánea. Es un llamado a pensar el turismo como política pública, no solo como caja registradora. Si Quintana Roo quiere seguir vendiendo sol y patrimonio, tendrá que decidir si protege ambos o sacrifica el pasado por ganancias rápidas.

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