Chile enfrenta una jornada decisiva al celebrar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en la que el ultraderechista José Antonio Kast y la candidata de izquierda Jeannette Jara se disputan el poder. La persona que resulte electa asumirá el cargo el próximo 11 de marzo y deberá gobernar con un Congreso fragmentado, sin mayorías claras, lo que anticipa un escenario político complejo. Más de 15.7 millones de ciudadanos están convocados a las urnas en una elección marcada por el bajo entusiasmo ciudadano, la fatiga política y una fuerte polarización ideológica.
Diversos analistas coinciden en que el proceso electoral transcurre en un ambiente atípico. Hay escasa propaganda en las calles y una ciudadanía más concentrada en el inicio de la temporada navideña que en el debate público. Aun así, la votación definirá el rumbo político del país tras el gobierno del progresista Gabriel Boric, cuyo nivel de aprobación ha influido de manera directa en la campaña.
Las encuestas difundidas antes del inicio de la veda electoral colocan a Kast como favorito, con una ventaja que, según algunos sondeos, podría alcanzar hasta 18 puntos porcentuales. Aunque estos resultados no pueden publicarse oficialmente, su impacto se refleja en la percepción generalizada de que el resultado estaría prácticamente definido, lo que ha contribuido a una sensación de resignación entre parte del electorado.
Escenario electoral y bajo clima de campaña
Especialistas señalan que la falta de ambiente electoral responde tanto al desgaste político como a la estrategia de campaña. Gran parte de la movilización se trasladó a redes sociales y a actividades focalizadas en regiones, dejando de lado los tradicionales actos masivos. Para algunos votantes, la elección parece una formalidad más que una contienda abierta.
Jeannette Jara, exministra de Trabajo del actual gobierno, obtuvo el 26.9 % de los votos en la primera vuelta. Sin embargo, enfrenta un margen limitado para crecer, ya que compite como candidata única de una amplia coalición progresista que abarca desde el Partido Comunista hasta la Democracia Cristiana. Esta diversidad interna le permitió llegar al balotaje, pero también ha generado tensiones y dificultades para ampliar su base electoral.
A ello se suma el desgaste del gobierno saliente y la militancia comunista de Jara, factores que, según analistas, han complicado su intento de captar votantes moderados. Durante la campaña, la candidata buscó resaltar su papel en leyes emblemáticas como la reducción de la jornada laboral a 40 horas, el aumento del salario mínimo y la reforma al sistema de pensiones, además de advertir sobre los riesgos de un eventual gobierno de ultraderecha.
Por su parte, Kast quedó en segundo lugar en la primera vuelta con el 23.9 %, pero logró rápidamente el respaldo sin condiciones de la derecha tradicional y de sectores aún más radicales. Esa suma de apoyos le permitió superar el 50 % de las preferencias potenciales y consolidarse como el principal contendiente para llegar al Palacio de La Moneda.
El peso del pinochetismo y la agenda de seguridad
José Antonio Kast, abogado ultraconservador y líder del Partido Republicano, es identificado por diversos analistas como heredero del pinochetismo. A diferencia de otros líderes de derecha, ha defendido abiertamente la continuidad de Augusto Pinochet en el plebiscito de 1988, lo que lo convertiría en el primer presidente chileno que llegó al poder con esa postura explícita.
Aunque en campañas anteriores hizo énfasis en temas morales y en la defensa del régimen militar, en esta ocasión moderó su discurso público. Sin embargo, en los días previos a la votación resurgieron cuestionamientos sobre su posición frente a los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura, luego de que uno de sus cercanos sugiriera la liberación de exmilitares condenados.
Kast centró su campaña casi de manera exclusiva en el combate a la delincuencia y la migración irregular. Propuso medidas de mano dura, como expulsiones masivas, la tipificación de la migración irregular como delito y la construcción de cárceles de máxima seguridad con aislamiento total para líderes del crimen organizado. Esta agenda obligó a Jara a concentrar también su discurso en temas de seguridad, desplazando otros ejes sociales.
En el plano internacional, Kast mantiene vínculos con organizaciones conservadoras globales y ha expresado admiración por figuras como Donald Trump y Giorgia Meloni. Estos antecedentes generan inquietud en sectores que temen un giro autoritario o un retroceso en derechos civiles.
Un Congreso dividido y desafíos inmediatos
Independientemente de quién resulte ganador, el próximo gobierno enfrentará un Parlamento fragmentado. El bloque de derecha y ultraderecha se encuentra a dos diputados de la mayoría, mientras que los votos del populista Partido de la Gente serán clave para aprobar reformas. Esta correlación de fuerzas obligará al nuevo presidente a negociar constantemente y a moderar sus iniciativas.
Analistas advierten que el margen de victoria será determinante. Un triunfo amplio de Kast podría envalentonarlo para impulsar una agenda ideológica más dura. En contraste, una diferencia estrecha lo forzaría a un gobierno más pragmático y a construir alianzas con la derecha tradicional.
La elección de este domingo no solo definirá al próximo presidente de Chile, sino también el tono político de los próximos años, en un país que sigue buscando estabilidad tras una etapa de profundas transformaciones y tensiones sociales.
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