Beijing ha encontrado caminos alternativos para eludir los aranceles impuestos por Estados Unidos desde 2018, y México se ha convertido en un socio estratégico involuntario. Según un análisis del Brookings Institution, el gigante asiático opera mediante transbordos, cadenas productivas e inversión extranjera directa para mantener su presencia en el mercado estadounidense, aprovechando la cercanía y los tratados comerciales como el T-MEC.
Transbordos y cambio de origen, la primera jugada
China envía mercancía a puertos mexicanos, donde solo se realiza un reempaque o cambios mínimos antes de exportarla a Estados Unidos con documentos que certifican origen mexicano. Desde la imposición de aranceles en 2018, las importaciones mexicanas desde China crecieron 40 %, mientras que las exportaciones mexicanas hacia EE. UU. aumentaron 50 %.
Un ejemplo visible es el de los transformadores eléctricos: México duplicó sus exportaciones a Estados Unidos, mientras que otros países asiáticos como Vietnam y Tailandia asumieron roles intermedios en las importaciones hacia Norteamérica. En el acero, México elevó sus compras de China en más de 80 %, y sus ventas a Estados Unidos aumentaron en la misma proporción, mostrando cómo los transbordos permiten mantener el flujo comercial pese a las barreras arancelarias.
Cadenas de valor: insumos chinos en productos mexicanos
La segunda estrategia implica la integración de insumos chinos en cadenas de producción locales. Entre 2020 y 2022, México duplicó sus importaciones de componentes provenientes de China, que representan alrededor del 30 % del valor de sus exportaciones hacia Estados Unidos. Canadá, por su parte, mantiene solo un 10 %, mientras que EE. UU. ronda el 20 %.
El sector automotriz es un ejemplo ilustrativo: empresas como General Motors optaron por pagar el arancel de nación más favorecida de 2.5 % antes que adaptar sus plantas a las normas del T-MEC, evidenciando cómo las cadenas de valor permiten la entrada indirecta de productos chinos.
Inversión extranjera directa: fabricar “en México” para exportar a EE. UU.
La tercera vía es la inversión directa en territorio mexicano. Empresas chinas han instalado fábricas, plantas y parques industriales, produciendo localmente y exportando a Estados Unidos con el sello del T-MEC. Datos de Rhodium Group señalan que la IED china en México alcanzó 3,770 millones de dólares, casi el doble de los niveles históricos, aunque todavía representa apenas 0.1 % del PIB.
En contraste, la inversión en Canadá ha descendido significativamente, de 1,600 millones en 2018 a solo 400 millones en 2023. Las armadoras de autos eléctricos y las fábricas de baterías instaladas en México son la prueba tangible de esta estrategia: el país funciona como un trampolín legal para productos chinos hacia EE. UU.
México en la encrucijada
Brookings advierte que si México no actúa, seguirá siendo un facilitador pasivo de la entrada de productos chinos, socavando la estrategia estadounidense. Sin embargo, imponer sanciones estrictas podría afectar la industria local y tensar las relaciones con aliados tradicionales.
La investigación propone un enfoque intermedio: coordinación trilateral entre Estados Unidos, México y Canadá para establecer reglas comunes, fortalecer la vigilancia y crear mecanismos conjuntos de control e inversión, con el fin de frenar abusos sin afectar el comercio legítimo que sostiene a la región.
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