Moody’s acaba de hacer lo que faltaba: retirar a Estados Unidos su última calificación crediticia perfecta. La decisión, que reduce la nota desde Aaa a Aa1, ha encendido señales de alarma en los mercados financieros y ha desatado una respuesta cargada de tensiones desde la Casa Blanca y el equipo del presidente Donald Trump.
La calificadora argumentó que el crecimiento del déficit fiscal, sin señales claras de reversión, y la elevada deuda pública erosionan la fortaleza crediticia del país. La rebaja llega un año después de que Moody’s modificara su perspectiva sobre EE. UU. de estable a negativa. Ahora la califica como estable, pero con una nota menor.
«Las fortalezas económicas de EE. UU. ya no compensan el deterioro de sus métricas fiscales», afirmó Moody’s. Y señaló como responsables tanto a administraciones pasadas como al Congreso por no frenar los crecientes desequilibrios.
La reacción no tardó. Steven Cheung, portavoz del presidente Trump, arremetió contra Mark Zandi, economista de Moody’s Analytics, acusándolo en X de ser un crítico histórico de la administración. Aunque Zandi pertenece a Moody’s Analytics y no a Moody’s Ratings, fue señalado directamente. «Nadie se toma en serio su ‘análisis’. Ha estado equivocado una y otra vez», lanzó Cheung.
Golpe a la confianza financiera
Tras la rebaja, los bonos del Tesoro a 10 años elevaron su rendimiento hasta 4.49%. En paralelo, el fondo que replica el S&P 500 cayó 0.6% al inicio de la sesión. Tracy Chen, gestora de Brandywine Global, advirtió que podría haber un repunte en las tasas exigidas por los inversionistas para comprar deuda estadounidense.
La calificación baja en un contexto complicado: un déficit presupuestario que se aproxima a los 2 billones de dólares anuales (más del 6% del PIB) y una deuda total que ya superó el tamaño de la economía. La Oficina de Presupuesto del Congreso advierte que, si nada cambia, se alcanzará el 107% del PIB en deuda para 2029.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha reconocido que el país está en una senda «insostenible». En una comparecencia reciente, señaló que una crisis podría provocar «una parada repentina de la economía» si se seca el crédito.
El panorama se complica más ante las negociaciones legislativas: un proyecto fiscal promovido por los republicanos busca extender los recortes de impuestos de 2017, lo que podría añadir billones de dólares a la deuda. Aunque el costo oficial ronda los 3.8 billones en una década, analistas independientes creen que podría ser mayor.
El viernes pasado, el plan quedó bloqueado cuando conservadores de línea dura se opusieron al presidente Trump y congelaron el avance de la iniciativa por su elevado costo.
Para economistas como Joseph Lavorgna, que trabajó en el Consejo Económico Nacional durante la administración Trump, la rebaja es «extraña», ya que otros países manejan ratios deuda/PIB similares sin perder calificaciones altas. «EE. UU. tiene el mayor crecimiento entre países industrializados y la mejor productividad per cápita», dijo.
A futuro, el mayor gasto en programas como Medicare y Seguridad Social, sumado al envejecimiento poblacional, presionará más las finanzas. Moody’s prevé que el déficit llegue al 9% del PIB en 2035. Una cifra que podría ser peor si se aprueban los recortes fiscales.
Con esta rebaja, Moody’s se suma a Fitch y S&P, que ya habían degradado la calificación de EE. UU. en 2023 y 2011, respectivamente. Una tendencia que, si no se corrige, podría tener efectos profundos en la confianza global en la economía estadounidense.
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