Una de las estafas financieras más grandes en la historia reciente de Uruguay ha dejado al descubierto un esquema piramidal que afectó a miles de inversionistas locales y extranjeros. En un país con más de 11 millones de vacas y apenas 3.4 millones de habitantes, la promesa de hacer dinero con ganado parecía tan sólida como tradicional. Pero detrás del negocio de las «vacas virtuales» no había ni ganado, ni seguridad, ni transparencia. Solo un modelo Ponzi, el más peligroso del esquema piramidal, bien disfrazado.
La empresa Conexión Ganadera, creada en 1999, ofrecía a sus clientes invertir en vacas reales. El modelo parecía sencillo: el inversor ponía dinero, Conexión compraba ganado con ese capital, lo entregaba a productores para engordar y, tras su venta, repartía las ganancias. Durante más de dos décadas, miles de personas confiaron en este esquema. A cambio, recibían entre 7 % y 11 % anual en dólares, una cifra llamativa en un país cuya rentabilidad ganadera real no supera el 3.5 %.
El sistema funcionó… hasta que dejó de hacerlo. A comienzos de 2025, Conexión Ganadera anunció que no podría pagar a sus más de 4,300 clientes. Solo tenía 150 millones de dólares en activos frente a los más de 400 millones invertidos. La diferencia, de al menos 250 millones de dólares, marcó el inicio de una investigación penal que ya ha sacado a la luz el verdadero rostro de esta red: un fraude estructurado, sostenido por nuevas inversiones, manipulación documental y ganado que nunca existió.
Un sistema de rastreo que falló
Uruguay presume de tener el mejor sistema de trazabilidad ganadera del mundo. Cada vaca tiene dos etiquetas codificadas: una analógica y otra digital. Todo está conectado al Ministerio de Ganadería. Pero, como quedó demostrado en este caso, el sistema depende en última instancia de declaraciones juradas que pueden ser manipuladas. Muchos inversionistas, al consultar el sistema, veían que las vacas registradas a su nombre aparecían… y luego desaparecían.
Felipe Caorsi, asesor financiero y denunciante del fraude, asegura que en muchos casos el ganado directamente no existía. Era virtual. “Tal vez nunca se compraron, o se vendieron antes, o se exportaron a Turquía sin informar a los dueños”, afirmó. Las etiquetas electrónicas aparecieron almacenadas en cajas. Los documentos estaban, pero las vacas no.
Una muerte a 211 kilómetros por hora
En mayo, Gustavo Basso, uno de los fundadores de Conexión Ganadera, murió al estrellar su Tesla a altísima velocidad. La fiscalía concluyó que fue un suicidio. En el vehículo había pruebas que confirmaron una “acción voluntaria”. Tras su muerte, su socio Pablo Carrasco intentó deslindarse, alegando desconocer la operación financiera y dedicarse solo al manejo ganadero. Las víctimas no le creen.
Entre ellas está Martín Fablet, un comunicador de 62 años que invirtió 270,000 dólares. Aunque tenía dudas desde hace años, nunca imaginó que el modelo se sostuviera únicamente por nuevos inversores. “La gente confiaba como si estuvieran depositando su dinero en un banco”, explicó otro abogado querellante.
Vacíos legales y descontrol financiero
Conexión Ganadera y otras dos empresas del sector no estaban reguladas por el Banco Central. Al detectar una posible figura financiera, modificaron sus contratos para que se presentaran como inversiones productivas. El resultado fue devastador: ni supervisión, ni seguros, ni garantías.
La justicia uruguaya investiga a más de 30 empresas satélite vinculadas a Basso. Se detectaron fondos desviados a compras de tierras, autos de lujo, inversiones inmobiliarias, frigoríficos, cuentas en el exterior (incluidas en paraísos fiscales) y contratos ficticios con personas que nunca invirtieron. Se estima que solo el 25 % de los contratos se correspondían con animales reales. En algunos casos, ni siquiera había marcas a fuego que acreditaran propiedad.
El impacto social y el miedo al futuro
Miles de afectados, entre ellos profesionales, políticos, sacerdotes y jubilados, enfrentan ahora la posibilidad de no recuperar nada. Abogados denuncian amenazas de suicidio entre víctimas desesperadas. A pesar de la magnitud del caso, aún no hay claridad sobre cuánto dinero se podrá recuperar.
Lo que queda es una lección amarga: ni siquiera en el país con más vacas per cápita del mundo se puede confiar a ciegas en negocios “seguros”. El mito de las vacas como garantía inquebrantable ha sido arrastrado por un escándalo que se estudia ya como uno de los más graves fraudes rurales en América Latina.
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