La película Cocodrilos, ópera prima del director mexicano J. Xavier Velasco, debutó en el New York Latin Film Festival con un tema incómodo y urgente: la violencia contra periodistas en México. A través de un thriller con tintes de ficción, pero nutrido de hechos reales, Velasco busca “poner sobre la mesa” una problemática que sigue cobrando vidas y debilitando la libertad de expresión. Según datos de Reporteros Sin Fronteras, entre 2019 y 2024 fueron asesinados 37 periodistas en México, lo que confirma al país como el más peligroso del mundo para la prensa fuera de zonas de guerra.
Un thriller que refleja una realidad silenciada
La cinta narra la historia de Santiago Ortiz (Hoze Meléndez), un fotoperiodista que comienza a investigar al narcotráfico tras el asesinato de su maestra, Amanda González (Teresa Sánchez). El guion se construye sobre la violencia sistémica que enfrentan los comunicadores, al tiempo que conecta con otros fenómenos como los reclutamientos forzosos, las desapariciones y la colusión entre autoridades y crimen organizado.
Velasco, quien creció en Jalapa, Veracruz, explica que la normalización de la violencia en México fue un detonante creativo: “Es un país maravilloso, pero coexiste con un infierno”. Para él, la rutina de escuchar disparos, ver militares en las calles y conocer de asesinatos impacta profundamente en lo emocional. Por eso recurrió al cine como vía para abordar lo que considera “una tragedia nacional silenciada”.
El director afirma que, aunque él mismo no ha sufrido ataques directos, la inseguridad y los crímenes contra periodistas son tan evidentes que resultaba inevitable no tocarlos: “Ya nadie se escandaliza con los homicidios o las desapariciones. Eso debía quedar reflejado”.
Inspiración en hechos reales y homenajes
La película encuentra sus raíces en casos emblemáticos que conmocionaron a México. Entre ellos, el asesinato en 2012 de la periodista Regina Martínez y el homicidio en 2015 del fotoperiodista Rubén Espinosa. Ambos trabajaban para Proceso y fueron víctimas de un contexto de hostigamiento y represión que marcó la memoria colectiva del gremio.
Velasco reconoce que estos crímenes lo inspiraron directamente: “La gestión de los casos y el encubrimiento oficial sembraron la semilla de esta película”. De ahí que los protagonistas tengan similitudes con los periodistas fallecidos. Por ejemplo, las gafas oscuras que usan en varias escenas son un guiño a los accesorios que portaban en vida Regina y Rubén.
La frase central del filme resume su espíritu: “La verdad no se mata matando periodistas”. Para el director, esa línea condensa la resistencia de un gremio que, pese al miedo, continúa investigando y publicando en un entorno hostil.
Testimonios y construcción colectiva
Velasco realizó una exhaustiva investigación antes de escribir el guion. Conversó con periodistas en activo y con colectivos de madres buscadoras, como Solecito en Veracruz, para comprender mejor la magnitud de la violencia. Su propósito fue tejer una narrativa que, aunque presentada como thriller, conserve la autenticidad de los testimonios y las experiencias de las víctimas.
El filme también refleja cómo los cárteles controlan territorios, cómo las madres buscan a sus hijos desaparecidos y cómo las instituciones parecen rebasadas o cómplices. Todo ello aparece entrelazado en la vida del protagonista, que encarna la valentía y la vulnerabilidad de quienes intentan contar la verdad en México.
El cine como plataforma de conciencia
El director sostiene que el cine es una herramienta poderosa para despertar conversaciones: “Se ha usado como propaganda e ideología, pero también puede ser un arma de conciencia. Con Cocodrilos busco que la gente hable del tema y no lo ignore”.
La película llega a Nueva York en un momento crítico para la prensa mexicana, en un país que sigue siendo señalado por la falta de garantías de seguridad y justicia. Para Velasco, mostrar esta historia en una vitrina internacional es una forma de presionar para que la violencia contra periodistas no se normalice ni quede en el olvido.
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