En una rueda de prensa cargada de tensión y esperanza junto al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, el presidente Donald Trump presentó su ambicioso «Plan de 20 Puntos para la Paz» en Gaza. El documento, difundido por la Casa Blanca minutos antes, busca un cese inmediato de hostilidades, la liberación de rehenes y una reconstrucción masiva del enclave, bajo una gobernanza transitoria internacional. Similar al fallido acuerdo de la era Biden —aceptado a regañadientes por Netanyahu y roto meses después—, este propone una fuerza árabe para la seguridad y un «Consejo de Paz» presidido por Trump. Netanyahu lo respaldó: «Logra todos nuestros objetivos de guerra», dijo, aunque Hamás aún no responde, y Trump advirtió: «Si rechazan, Israel tiene nuestro apoyo total para terminar el trabajo».
El plan surge en un contexto de casi dos años de guerra, con más de 66.000 muertos en Gaza según la ONU, y 48 rehenes israelíes aún cautivos —20 vivos—. Trump lo llamó «el día más grande para la civilización», enfatizando la desmilitarización de Hamás y la no anexión israelí. Ocho países musulmanes, como Qatar y Arabia Saudí, aplaudieron la iniciativa, listos para colaborar en su implementación. Pero expertos dudan: ¿aceptará Hamás la amnistía condicional o el exilio forzado?
Un esquema de alto riesgo: Detalles que cambian el tablero
Los 20 puntos delinean un alto el fuego inmediato si ambas partes firman. En 72 horas, Hamás liberaría todos los rehenes —vivos y muertos— a cambio de 250 presos israelíes de por vida y 1.700 gazatíes detenidos post-7 de octubre, más restos de 15 palestinos por cada israelí fallecido (punto 4 y 5). La ayuda humanitaria fluiría sin trabas vía ONU y Media Luna Roja, reabriendo Rafah y rehabilitando infraestructuras como hospitales y panaderías, al menos al nivel del acuerdo de enero 2025 (puntos 7 y 8).
Gaza pasaría a un comité palestino tecnócrata, supervisado por el «Consejo de Paz» —con Trump al frente y Tony Blair como figura clave— hasta que la Autoridad Palestina (AP) complete reformas y asuma control (punto 9). Hamás quedaría marginado: amnistía para quienes desarmen y coexistan pacíficamente; exilio seguro para el resto; destrucción total de túneles y armas bajo observadores independientes (puntos 6 y 13). «Nadie será forzado a irse, pero se incentivará quedarse para una Gaza mejor», estipula el punto 12.
Trump impulsaría un «plan económico» con zonas especiales de inversión, atrayendo fondos de Oriente Medio para empleos y desarrollo (puntos 10 y 11). Una Fuerza Internacional de Estabilización (ISF), con árabes como Jordania y Egipto, entrenaría policía palestina y vigilaría fronteras, permitiendo la retirada israelí por fases —sin ocupación ni anexión— hasta una «Gaza desradicalizada» (puntos 15 y 16). Si Hamás rechaza, la ayuda se aplicaría solo en zonas «libres de terror» (punto 17).
Horizontes Inciertos: Diálogo, estado palestino y presiones regionales
El plan cierra con un diálogo interreligioso para fomentar tolerancia (punto 18) y un «camino creíble» hacia un Estado palestino si la AP reforma y Gaza se reconstruye (punto 19). EE.UU. mediaria un «horizonte político» de coexistencia (punto 20). Netanyahu, bajo presión de Trump —quien lo tildó de «luchador» pero criticó su «obsesión» con redes sociales—, aceptó tras disculparse con Qatar por un ataque que mató a un militar en Doha.
Reacciones mixtas inundan redes: fans de Trump lo ven como «visión pragmática», pero críticos como Ilan Goldenberg de J Street lo llaman «vago en ejecución». En X, posts virales cuestionan: «¿Paz sin Hamás en la mesa?». Ocho ministros árabes-islamicos elogiaron el bloqueo a anexiones en Cisjordania, pero Hamás, no consultado, evalúa «responsablemente».
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