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    Tendencia mundial: la eutanasia activa gana terreno como derecho humano fundamental

    La legalización de la eutanasia activa ha experimentado un crecimiento significativo en las últimas décadas, consolidándose como un tema central en el debate internacional sobre derechos humanos y autonomía individual. Actualmente, solo diez países permiten que una persona en fase terminal ponga fin a su vida con supervisión médica, siempre bajo criterios legales claros y con consentimiento informado. Este fenómeno refleja un cambio profundo en la forma en que las sociedades abordan el final de la vida y los derechos del paciente.

    La eutanasia activa implica la intervención directa de un profesional de la salud para provocar la muerte de un paciente que sufre de manera intolerable, mientras que la eutanasia pasiva —permitida en algunos países— solo permite que el paciente rechace tratamientos médicos esenciales o desconecte sistemas de soporte vital. En la práctica, la distinción resalta la complejidad ética y legal que rodea estas decisiones, y cómo los sistemas jurídicos y de salud los regulan de manera diferente según la legislación local.

    Una tendencia global creciente

    En Europa, los casos más destacados incluyen Países Bajos y Bélgica, que desde 2002 permiten la eutanasia activa para adultos y, en Bélgica, desde 2014 también para menores sin límite de edad. Luxemburgo implementó su ley en 2009, mientras que España reguló la práctica en 2021, definiéndola como un derecho dentro del sistema de salud pública.

    En América, Colombia fue pionera en 1997 tras un fallo del Tribunal Constitucional, aunque la primera práctica efectiva se registró hasta 2015. Más recientemente, Ecuador ha avanzado con reglamentos que permiten el procedimiento bajo supervisión judicial y médica.

    En Oceanía, Nueva Zelanda se convirtió en 2020 en el primer país en aprobar la eutanasia mediante referéndum, con un respaldo superior al 65% de la población, mientras que Australia permite la muerte voluntaria asistida en seis de sus estados federales. En Estados Unidos, el suicidio asistido —equivalente a la eutanasia en algunos casos— está autorizado en estados como Oregón, Washington, California y Nuevo México, aunque la práctica no es uniforme a nivel nacional.

    Desafíos éticos y legislativos

    El avance de la eutanasia activa ha reavivado el debate sobre la autonomía individual frente a la protección de la vida. Organizaciones de derechos humanos sostienen que garantizar el acceso a una muerte digna es una extensión natural del derecho a la salud y a la autodeterminación, mientras que sectores conservadores y religiosos advierten sobre riesgos éticos y posibles abusos.

    Además, la implementación de estas leyes requiere sistemas de control estrictos, supervisión médica certificada y protocolos claros para asegurar que la decisión del paciente sea libre y plenamente informada. La transparencia en la aplicación de la eutanasia activa y la formación de los profesionales de la salud son fundamentales para equilibrar los derechos del paciente con la responsabilidad del Estado.

    Hacia una conciencia global sobre el final de la vida

    El crecimiento del reconocimiento legal de la eutanasia activa refleja una transformación en la percepción internacional sobre el derecho a decidir sobre el propio cuerpo y la muerte. Cada nueva legislación y cada práctica implementada en distintos países contribuye a consolidar un marco global donde los pacientes terminales pueden ejercer su derecho a morir con dignidad, reduciendo sufrimientos innecesarios y promoviendo la autonomía personal en el momento final de la vida.

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