La masacre ocurrida el pasado 9 de noviembre en el bar «Los Cantaritos» de Querétaro, donde diez personas fueron asesinadas, marcó un antes y un después en la percepción de seguridad en el estado. Este hecho pone en evidencia la fragilidad de las denominadas “ciudades santuario”, lugares que hasta hace poco mantenían una reputación de tranquilidad gracias a su estabilidad social, ubicación estratégica o infraestructura moderna.
Ciudades como Querétaro, Aguascalientes y Mérida han sido consideradas baluartes de seguridad en México. Sin embargo, los recientes episodios de violencia sugieren que esta percepción está cambiando debido a la expansión de los cárteles y las disputas entre grupos criminales.
El avance del crimen organizado en Querétaro y Aguascalientes
«Efecto cucaracha»: La expansión del CJNG y el CSRL
Según el periodista Óscar Balderas, la expansión del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Santa Rosa de Lima (CSRL) ha trasladado la violencia desde Guanajuato hacia Querétaro y Aguascalientes, un fenómeno conocido como «efecto cucaracha». Esto ocurre cuando los cárteles, tras sobreexplotar sus territorios de origen, buscan nuevos lugares para establecerse.
“En Querétaro, principalmente vemos una disputa entre el CJNG y el CSRL. En Aguascalientes ocurre lo mismo”, explicó Balderas.
La Economía local bajo amenaza
El cambio en la dinámica criminal también ha afectado la economía local. Según Balderas, los cárteles anteriormente intentaban preservar la economía de las zonas bajo su control, ya que esta era una fuente de ingresos para sus actividades ilícitas. Sin embargo, con la llegada de múltiples grupos disputándose el poder, la violencia se ha convertido en su principal herramienta de negociación.
Hoy, los cárteles emplean el terror para cooptar a las autoridades locales. “La negociación ya no es sobre quién puede ofrecer más, sino sobre quién puede infligir mayor violencia para someter al gobierno”, afirmó Balderas. Esto ha resultado en un aumento de la violencia en zonas anteriormente consideradas seguras, como lo demuestra el reciente hallazgo de un empresario asesinado en un parque industrial de Aguascalientes.
Mérida: Un nuevo enfoque criminal
En contraste con Querétaro y Aguascalientes, Mérida enfrenta un fenómeno criminal diferente, centrado en el tráfico de drogas sintéticas, especialmente metanfetaminas. Este mercado altamente lucrativo ha atraído a grupos como el CJNG.
La detención de «El Chaparrito»
Un evento que evidenció la presencia de los cárteles en Mérida fue la detención, en agosto pasado, de Aldrin Miguel Jarquín Jarquín, alias «El Chaparrito». Este individuo, uno de los hombres de confianza de Nemesio Oseguera Cervantes, alias «El Mencho», lideraba operaciones clave del CJNG desde el puerto de Manzanillo.
La captura de «El Chaparrito» expuso cómo Mérida, una ciudad considerada un “santuario”, ha sido utilizada como base de operaciones por figuras clave del crimen organizado. Su presencia, lejos de ser inadvertida, ha incrementado la violencia en la región, rompiendo la percepción de seguridad que hasta hace poco caracterizaba a la ciudad.
El futuro de las ciudades santuario
Los recientes acontecimientos en Querétaro, Aguascalientes y Mérida destacan la creciente incapacidad de estas regiones para mantenerse al margen de la violencia que afecta al resto del país. La llegada de cárteles, el uso de estrategias más violentas y la infiltración en las economías locales están transformando estas ciudades en zonas de conflicto.
Este panorama subraya la necesidad de estrategias de seguridad más efectivas y una cooperación entre niveles de gobierno para frenar el avance del crimen organizado. Las llamadas “ciudades santuario” ya no son inmunes a las dinámicas de violencia que azotan a México.
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