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    COP30 en Brasil: Entre la deforestación del Amazonas y la urgente necesidad de adaptación al cambio climático

    Mientras el mundo se prepara para la COP30 —la próxima cumbre climática de la ONU que se celebrará en Brasil—, la ironía y la contradicción vuelven a marcar el rumbo de las negociaciones globales: parte del Amazonas ha sido deforestado para construir una autopista de cuatro carriles que facilitará la logística del evento. Un hecho simbólico que refleja, de manera dramática, el desfase entre los discursos institucionales y la acción real frente a la crisis climática.

    La historia de las cumbres del clima ya arrastra contradicciones. La COP29 fue inaugurada por un anfitrión que describió a los combustibles fósiles como una “bendición de Dios”. Y no fue sino hasta la COP28 cuando, tras casi tres décadas de conferencias, se mencionó por primera vez en un acuerdo oficial la necesidad de reducir el uso de estos combustibles.

    Estos gestos no son aislados. El último informe de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) refleja un estado de ánimo global en torno al cambio climático: una combinación de impotencia, enfado y ansiedad, especialmente acentuada entre mujeres y jóvenes. Pero aunque parezca que “todo está perdido”, los expertos coinciden en algo fundamental: estamos enfocando mal el problema.

    El objetivo equivocado: no basta con reducir emisiones

    Durante años, el mensaje dominante ha sido el de reducir emisiones. Sin embargo, la evidencia demuestra que incluso en momentos de mínima actividad humana —como ocurrió durante la pandemia—, las emisiones apenas descendieron. Esto confirma que los ciudadanos comunes no son los principales causantes del calentamiento global, aunque sí serán quienes sufran sus peores consecuencias.

    Y estas consecuencias ya están aquí: olas de calor más letales, incendios forestales incontrolables e inundaciones cada vez más frecuentes y destructivas. En Europa, más personas mueren por incendios que por terrorismo. En España, se espera que una de cada 3.000 personas muera por calor hacia finales de siglo.

    Adaptarse al cambio climático: el nuevo imperativo

    Dado que las concentraciones de CO₂ seguirán aumentando, los expertos coinciden en que la prioridad debe cambiar: la adaptación al cambio climático debe convertirse en el nuevo eje de acción. A diferencia de la mitigación —que depende de decisiones globales y de los grandes emisores—, la adaptación es posible desde lo local, lo nacional e incluso desde el plano individual.

    Medidas individuales y colectivas

    Algunas acciones clave incluyen:

    • Evitar asentamientos en zonas de riesgo, como las costas o áreas inundables, y consultar mapas de riesgo antes de adquirir propiedades.
    • Acondicionar las viviendas para resistir olas de calor: techos fríos, aislamiento térmico, vegetación urbana y acceso a refugios climáticos.
    • Mejorar la atención sanitaria ante las nuevas amenazas derivadas del clima.
    • Fortalecer infraestructuras críticas, como redes eléctricas, suministro de agua y transporte, adaptándolas a fenómenos extremos.
    • Rediseñar los sistemas agrícolas y paisajes para resistir al nuevo clima, abandonando modelos de conservación rígidos y apostando por una transformación resiliente.

    Un llamado a las administraciones públicas

    No obstante, gran parte del trabajo debe realizarse desde la administración pública. Gobiernos locales, regionales y nacionales tienen la responsabilidad de aplicar ingeniería civil y forestal para reducir el riesgo de desastres, legislar para evitar nuevos asentamientos en zonas vulnerables y asignar presupuestos reales a la planificación climática.

    Los expertos advierten que los actuales planes nacionales de adaptación, como el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2021-2030, carecen de profundidad y compromiso efectivo. Se limitan a eslóganes y términos técnicos que suenan bien, pero no generan acciones reales.

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