El Estero de Urías, en Mazatlán, Sinaloa, uno de los cuerpos de agua más contaminados de México y el mundo, enfrenta un deterioro ambiental crítico debido a la acumulación de desechos urbanos, microplásticos y descargas de aguas residuales, que amenazan tanto su biodiversidad como la salud de las comunidades cercanas.
Historia de promesas incumplidas
Hace 14 años, autoridades locales y federales anunciaron un plan para sanear el sistema estuarino que incluye al Estero de Urías, un humedal que alberga más de 73 especies de aves acuáticas y una diversidad de fauna marina y terrestre. El proyecto, presentado por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en 2011, prometía ejecutar 110 acciones para eliminar desechos sólidos, reducir contaminantes, tratar aguas residuales y restaurar la superficie estuarina. Sin embargo, ninguna de estas medidas se implementó, y hoy el estero recibe diariamente aguas negras y toneladas de basura arrastradas por arroyos y canales que atraviesan la ciudad.
El abandono institucional ha generado que llanteras, bolsas, cubrebocas, refrigeradores y otros residuos se acumulen entre los manglares rojos, negros y blancos, que cubren 873 hectáreas de esta laguna costera de 12.5 kilómetros cuadrados. Los manglares, vitales para la biodiversidad y la protección costera, se encuentran ahora invadidos por contaminantes que afectan tanto a peces como a aves y reptiles.
Contaminación por microplásticos y riesgos para la salud
Estudios realizados por la UNAM y universidades locales documentan altos niveles de microplásticos en el sedimento y en especies consumidas por pescadores ribereños. De 552 ejemplares analizados de 13 especies de peces, el 51 % de los microplásticos eran fibras de nailon, procedentes de ropa; el 36 % de polietileno, común en bolsas y envases; y el resto de polipropileno y poliacrílico.
La acumulación de estos materiales afecta el sistema digestivo y la reproducción de la fauna, y representa un riesgo potencial para la salud humana. Además, se ha detectado la presencia de metales pesados como mercurio y residuos de hidrocarburos, que se suman a la carga de contaminación química del humedal.
Falta de gestión y desigualdad social
El Estero de Urías ha sido históricamente receptor de descargas de drenajes rotos y de residencias sin servicio de alcantarillado, particularmente en el ejido turístico de la Isla de la Piedra. La falta de recolección y disposición adecuada de residuos sólidos urbanos ha perpetuado la percepción de que este ecosistema es simplemente un basurero.
Según datos del CONAPO, cerca de 50 000 personas viven en las 35 colonias cercanas al estero, con altos niveles de marginación y limitada educación básica y acceso a servicios de salud, lo que incrementa la vulnerabilidad de la población frente a la contaminación ambiental.
Esfuerzos ciudadanos y académicos
A pesar del abandono gubernamental, organizaciones locales, instituciones educativas y ciudadanos han implementado acciones de limpieza, reforestación de manglares y monitoreo de especies. Programas como los de CETMAR y Bird Watching Mazatlán promueven la educación ambiental y la conservación de aves playeras, mientras que barreras flotantes y jornadas de limpieza buscan reducir la llegada de residuos al humedal.
Especialistas coinciden en que el estero aún es recuperable si se detienen las descargas contaminantes y se implementa un manejo eficiente de residuos sólidos, además de restaurar áreas degradadas. Sin embargo, hasta ahora, el rescate depende principalmente de la iniciativa ciudadana y académica, sin un programa institucional sólido y permanente.
Una ventana para la recuperación
“La naturaleza aún tiene capacidad de autoregeneración, pero se requiere que autoridades federales y municipales tomen un papel activo”, señala Ana Carolina Ruiz Fernández, investigadora de la UNAM. La coordinación entre gobierno, academia y sociedad civil es esencial para que el Estero de Urías deje de ser un sitio altamente contaminado y recupere su valor ecológico, social y cultural.
El tiempo para actuar se acorta, pero la posibilidad de revertir el daño existe si se prioriza la gestión ambiental y se combina con la educación y participación comunitaria. El estero espera una respuesta institucional efectiva que acompañe los esfuerzos ciudadanos que ya llevan años en marcha.
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