Ubicado frente a la costa de Nayarit, el archipiélago de las Islas Marietas ha pasado de ser un refugio ecológico poco conocido a convertirse en uno de los destinos turísticos más deseados del Pacífico mexicano. Sin embargo, su creciente popularidad ha traído consigo una amenaza latente para su ecosistema, obligando a las autoridades a imponer restricciones drásticas para frenar su deterioro.
Este conjunto de islas volcánicas, formado hace millones de años por la colisión de placas tectónicas, alberga un ecosistema único que combina formaciones rocosas, acantilados y aguas cristalinas. Las Marietas son hogar de más de 100 especies marinas, incluidas tortugas, delfines y corales, así como de 92 especies de aves y ocho de reptiles. Esta riqueza natural ha motivado su protección como Parque Nacional.
Playa del Amor: entre lo paradisíaco y lo vulnerable
El mayor atractivo turístico del archipiélago es la Playa del Amor, también conocida como Playa Escondida, una playa oculta dentro de un cráter volcánico que solo se puede acceder nadando a través de un túnel de 150 metros. Descubierta por el turismo internacional tras viralizarse una fotografía en 2008, este rincón paradisíaco se convirtió rápidamente en un imán para viajeros.
El problema es que esa fama desató una oleada de visitas que rebasó la capacidad del ecosistema. En 2014, la Conanp cerró temporalmente el acceso para realizar estudios de impacto ambiental y desde entonces se impusieron medidas estrictas: solo 110 personas pueden acceder por día, de miércoles a domingo, y con condiciones específicas como marea baja, uso obligatorio de operadores certificados, prohibición de bloqueadores solares y drones, y una estadía máxima de 30 minutos.
Para llegar, se ofrecen tours desde puntos como Puerto Vallarta, Punta de Mita y Bucerías, con operadores autorizados por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. Los visitantes deben pagar un brazalete de conservación de 100 pesos, más un impuesto portuario de aproximadamente 29 pesos.
Además del acceso restringido, la fragilidad del entorno impone condiciones físicas: es obligatorio saber nadar y no se recomienda el acceso a personas con problemas cardíacos o de columna. La exigencia responde no solo a la seguridad del visitante, sino también a la preservación del hábitat.
Hoy las Marietas son un caso ejemplar de cómo el turismo puede poner en jaque a los espacios naturales si no existe una regulación rigurosa. Este parque nacional sigue siendo un emblema del ecoturismo responsable, pero también un llamado urgente a pensar en la sostenibilidad del contacto humano con entornos frágiles.
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