El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) descartó este domingo que los recientes bombardeos de Estados Unidos contra instalaciones nucleares iraníes hayan provocado un desastre ambiental. A pesar de los daños graves reportados en sitios como Natanz, Isfahán y Fordo, no existe evidencia de una fuga radiactiva a gran escala ni riesgo inmediato para la población o el ecosistema global.
Los ataques ocurrieron en respuesta a tensiones crecientes en Medio Oriente. Aunque las instalaciones nucleares fueron objetivos clave, el OIEA confirmó que en el momento del bombardeo no se encontraban operativas con material altamente enriquecido. Esto fue determinante para evitar una catástrofe.
Instalaciones dañadas pero sin riesgo de fuga radiactiva
De acuerdo con el director general del OIEA, Rafael Mariano Grossi, las instalaciones de Natanz quedaron «completamente arrasadas» en su superficie, mientras que la planta de Isfahán está «prácticamente inoperativa». La estructura subterránea de Fordo también fue impactada, aunque no se ha confirmado el alcance total del daño.
Grossi explicó que estos sitios almacenaban, en el mejor de los casos, uranio natural o poco enriquecido, lo que reduce de manera significativa los riesgos de una liberación de radiación al ambiente. Además, subrayó que no se registraron indicios de contaminación más allá del ámbito local.
Tampoco se han emitido alertas de radiación por parte de agencias meteorológicas, sanitarias o de seguridad internacional. De haberse producido una fuga relevante, los sistemas de monitoreo global ya habrían detectado anomalías atmosféricas.
Vigilancia activa ante posibles contaminaciones locales
Aunque la situación está bajo control, el OIEA mantiene vigilancia constante. Según informó Grossi, los expertos desplegados en la región continúan tomando muestras de suelo, agua y aire para descartar cualquier contaminación residual. «La ausencia de materiales fisionables activos en los reactores fue clave para evitar un desastre ambiental como Chernóbil o Fukushima», detalló.
Los analistas nucleares coinciden en que, a diferencia de accidentes pasados, estas instalaciones no estaban generando energía ni contenían barras de combustible nuclear en operación. Por tanto, los sistemas de contención no eran críticos al momento del ataque.
En una entrevista para medios alemanes, la especialista iraní en energía nuclear, Mehrnaz Khosravi, explicó que las instalaciones, aunque sensibles, operaban bajo condiciones no peligrosas. «El verdadero riesgo hubiera sido si los reactores estuvieran activos, lo cual no era el caso», subrayó.
El precedente de Chernóbil y las diferencias actuales
La referencia inmediata ante una posible catástrofe nuclear es Chernóbil, donde una falla en el reactor y errores humanos provocaron una explosión y una nube radiactiva que afectó a varios países europeos. En contraste, en Irán no se liberó material radiactivo al exterior y no se registraron daños estructurales en zonas de almacenamiento crítico.
Por su parte, la Agencia Federal Alemana para el Medio Ambiente emitió un breve comunicado señalando que no existen, hasta el momento, niveles elevados de radiación detectados en Europa ni necesidad de medidas preventivas.
Sin embargo, organizaciones como Greenpeace y la Cruz Verde Internacional han exigido una inspección más profunda e independiente para verificar que no haya efectos a mediano plazo sobre ecosistemas locales, especialmente en las zonas rurales de Natanz y Hormozgan.
La situación genera preguntas sobre la protección ambiental en conflictos armados. Las instalaciones nucleares, incluso sin actividad, representan un riesgo latente cuando se convierten en blancos militares. Algunos expertos ya llaman a discutir en foros internacionales una revisión del Protocolo I de Ginebra para prohibir ataques a infraestructura atómica.
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