En Mexicali, una de las regiones más calientes del planeta donde el termómetro alcanzó los 51 grados este año, la restauración del Río Colorado se ha convertido en una batalla contra el tiempo. Allí, una alianza binacional de organizaciones ambientales impulsa la reforestación del Bosque Chaussé, un oasis que vuelve a florecer entre el polvo y la sal gracias al esfuerzo conjunto de comunidades locales y expertos de México y Estados Unidos.
Reverdecer en medio del calor extremo
El proyecto forma parte de la iniciativa Revive el Río Colorado, una colaboración de más de una década entre National Audubon Society, Pronatura Noroeste, Sonoran Institute, Restauremos el Colorado, The Nature Conservancy y The Redford Center. Su meta es recuperar la vida en el cauce de un río que se seca cada año más rápido debido al cambio climático y al uso intensivo del agua en ambos países.
“Estamos en condiciones climáticas muy adversas. Los caudales proyectados no se alcanzan año con año. Cada vez hay más sequía y más demanda de agua”, explicó Génesis Alarcón, gerente de restauración de Restauremos el Colorado. Criticó que la Ley de Aguas Nacionales “deje al medio ambiente hasta el final” en la lista de prioridades hídricas.
El Bosque Chaussé, pieza clave de esta restauración, ya se ha extendido a lo largo de 500 hectáreas. En el sitio operan viveros con más de 20 mil plantas de álamos, sauces, mezquites y palo verdes, especies que nutren la fauna local. “Estos ecosistemas son medidas de mitigación para el cambio climático y pueden retroalimentar más agua”, añadió Alarcón.
Un bosque que revive a las especies del desierto
El impacto ecológico del Chaussé es tangible. Desde su recuperación, la presencia de aves ha aumentado un 30%, y el castor —una especie considerada en peligro en la región— ha vuelto a aparecer. Los arbustos y árboles nativos sirven de refugio para mamíferos pequeños, reptiles y aves migratorias, además de ofrecer alimento al ardillón de cola redonda, un roedor fundamental para el equilibrio del ecosistema.
La labor de reforestación está en manos de una veintena de habitantes locales, incluidos miembros de la comunidad cucapá. Comienzan sus jornadas a las cinco de la mañana para evitar las horas más extremas de calor. Ellos mismos producen lombricomposta que alimenta los viveros, lo que reduce costos y evita la dependencia de sustratos importados. “Si se usara sustrato comercial, habría que traerlo desde Canadá, y eso elevaría hasta 50% el costo”, explicó Carlos Córdova, supervisor del proyecto.
El reto del agua y el enemigo invisible: el pino salado
Además de sembrar árboles, la alianza combate al pino salado (Tamarix ramosissima), una especie invasora que seca el suelo, altera la salinidad del río y desplaza la flora nativa. Su presencia reduce la biodiversidad y disminuye la llegada de aves. Por eso, parte del esfuerzo de restauración consiste en retirarlo sistemáticamente para abrir espacio a especies autóctonas.
La meta es ambiciosa: alcanzar mil 500 hectáreas reforestadas y conectadas hasta el Golfo de México, con un crecimiento sostenido de 25 hectáreas por año. Los ambientalistas confían en que ese corredor biológico permitirá que el agua, la fauna y la esperanza fluyan nuevamente por un ecosistema al borde del colapso.
El proyecto Revive el Río Colorado es una prueba de que la cooperación ambiental entre México y EE. UU. puede generar resultados visibles, incluso en medio de una crisis climática global. En palabras de Alarcón, “la restauración no solo devuelve vida al río, también devuelve esperanza a la gente que vive junto a él”.
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