SpaceX está realizando lanzamientos de prueba en un área ambientalmente sensible de Hawái, lo que ha generado críticas por el daño ecológico que causa. Aunque la empresa de Elon Musk argumenta que se trata de avances tecnológicos clave, científicos y activistas aseguran que se está poniendo en riesgo un santuario de biodiversidad sin precedentes. La actividad, que incluye pruebas de propulsión y despliegue de cohetes, ya ha dejado huella en los ecosistemas locales.
Las instalaciones utilizadas para los ensayos se encuentran en la isla de Kauai, un lugar conocido por su riqueza natural y su fragilidad ecológica. En ese entorno, las explosiones controladas, residuos tóxicos y emisiones contaminantes han comenzado a alterar el equilibrio ambiental. “No se puede permitir que el progreso tecnológico justifique esta destrucción”, denunció Puaokalani Lee, portavoz del colectivo Nā Kia‘i o ka ‘Āina.
La comunidad local no fue consultada adecuadamente, según reportes de organizaciones nativas. Se alega que SpaceX obtuvo los permisos con apoyo del gobierno estatal, sin transparencia sobre los impactos ambientales de las pruebas. En especial, preocupa el efecto de las vibraciones y el ruido extremo sobre especies endémicas, como el ave marina ‘Ua’u (Petrel hawaiano), que anida en los acantilados cercanos.
Además, el uso de combustible hipergólico —altamente tóxico— para algunos de los motores pone en riesgo fuentes de agua subterránea. “Estamos hablando de químicos que, si se filtran, pueden dejar inutilizable el acuífero de la isla”, advirtió la doctora Malia Keahi, experta en geohidrología.
El Departamento de Salud de Hawái reconoció que existen riesgos, pero hasta el momento no ha suspendido las operaciones. Por su parte, SpaceX sostiene que está trabajando “bajo los más altos estándares de mitigación ambiental”, aunque no ha revelado estudios de impacto recientes.
El descontento social también va en aumento. Durante los últimos días, se han realizado movilizaciones en Lihue y Hanalei. Participantes exigieron el fin inmediato de los lanzamientos y que se convoque a una consulta pública vinculante. Algunos incluso denuncian que la empresa actúa como “invasor colonial”, al usar tierras ancestrales sin consentimiento de las comunidades nativas.
Protestas crecen ante indiferencia oficial
Organizaciones ambientales y grupos de defensa indígena han presentado denuncias ante la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de EE. UU. y ante tribunales locales. Además, se solicitó una auditoría independiente sobre los procedimientos que permitieron a SpaceX operar en una zona protegida sin estudios públicos disponibles.
A pesar de las presiones, Elon Musk ha minimizado las críticas. En su cuenta de X (antes Twitter), publicó: “Los cohetes son el futuro. Nadie se interpondrá”. Esta declaración fue calificada como arrogante por líderes comunitarios, que insisten en que el desarrollo tecnológico debe armonizarse con la protección de los territorios.
Expertos en derecho ambiental señalan que Hawái enfrenta un caso emblemático. “Estamos ante la colisión de dos visiones: la de las corporaciones que buscan acelerar la exploración espacial, y la de pueblos que luchan por preservar su patrimonio natural”, explicó el abogado Keanu Alapai.
Este episodio recuerda otros conflictos donde el avance científico ha servido de excusa para despojar a comunidades locales. La historia de Mauna Kea —donde se intentó imponer un telescopio gigante sobre una montaña sagrada— es un antecedente cercano que aún resuena en la memoria colectiva hawaiana.
El caso de SpaceX podría marcar un precedente legal en Estados Unidos sobre el uso de tierras de alto valor ecológico para fines tecnológicos. Mientras tanto, las protestas seguirán creciendo.
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