En la antesala del Día de Muertos, los campos de Atlixco, Puebla, se tiñen de amarillo, naranja y oro con la flor de cempasúchil, ícono que guía a los espíritus hacia los altares de los hogares mexicanos. Este año, Puebla concentró el 72 % de la producción nacional de cempasúchil y terciopelo, con más de 300 hectáreas sembradas solo en la región, garantizando el abasto para las festividades del 1 y 2 de noviembre.
Producción y distribución de la flor de la memoria
Los productores locales dedican largas jornadas a cortar flores de calidad, seleccionando solo aquellas sin daños para asegurar que las ofrendas luzcan impecables. Lorenzo Díaz Ortega, floricultor de Atlixco, explicó que los compradores llegan de distintos estados, incluidos Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Tlaxcala, Hidalgo, Sonora, Zacatecas, Colima, Durango y Quintana Roo, lo que refleja la demanda creciente de esta tradición que combina raíces indígenas, fe católica y creatividad popular.
Las flores recolectadas se transportan inmediatamente a los mercados y de ahí se distribuyen a todo el país, donde adornarán altares y ofrendas con objetos y alimentos favoritos de los difuntos. La esencia penetrante del cempasúchil, junto con su colorido, se mantiene vigente durante octubre y noviembre, cumpliendo su papel de guiar a las almas en su retorno temporal a la tierra de los vivos.
Diversidad y cultura alrededor de una flor
El cempasúchil cuenta con alrededor de 56 especies en México, pero mantiene la característica de exhibir más de veinte pétalos en tonos amarillo, oro o naranja. Su periodo de vida es breve, de máximo cuatro meses, lo que lo convierte en una flor efímera, como el recuerdo que se honra en cada altar. Además de cempasúchil, el terciopelo, otra flor de temporada, suma entre 200 y 250 hectáreas de producción en Atlixco, ampliando la oferta floral para estas festividades.
Cada año, la demanda aumenta y la logística para distribuir estas flores se vuelve más compleja, destacando la importancia de Atlixco como epicentro nacional de la flor de Día de Muertos. La labor de los floricultores no solo garantiza abasto, sino que mantiene viva una tradición que combina historia, cultura y gastronomía popular, y que conecta a los mexicanos con sus raíces y sus muertos.
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