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    Frijol de vaquita: el tesoro gastronómico poco conocido de México

    El frijol de vaquita, una leguminosa con gran valor cultural y nutricional, ha sido parte de la alimentación en México durante siglos. Su nombre proviene de su característico color blanco con una mancha negra, similar a la piel de una vaquita marina. Aunque es menos popular que otras variedades de frijol, su consumo se mantiene en algunas regiones del país, donde es apreciado por su sabor y beneficios para la salud.

    El frijol de vaquita es cultivado principalmente en estados como Oaxaca, Chiapas y Guerrero. Su resistencia a climas adversos y su capacidad de adaptación lo convierten en una opción valiosa para la agricultura de subsistencia. Además, es una fuente rica en proteínas, fibra y minerales esenciales, lo que lo hace ideal para una alimentación equilibrada.

    Históricamente, esta leguminosa ha formado parte de la gastronomía mexicana, especialmente en platillos tradicionales del sur del país. Su textura suave y sabor distintivo permiten prepararlo en sopas, guisos y ensaladas, combinándolo con ingredientes típicos como epazote, chile y jitomate.

    Beneficios y retos para su conservación

    El frijol de vaquita no solo es nutritivo, sino que también contribuye a la biodiversidad agrícola. Sin embargo, su producción ha disminuido debido a la preferencia por otras variedades comerciales y la falta de incentivos para su cultivo. Expertos en agroecología han destacado la necesidad de promover su consumo y apoyar a los productores locales para evitar su desaparición.

    Organizaciones dedicadas a la conservación de cultivos tradicionales han impulsado iniciativas para rescatar y difundir el uso del frijol de vaquita. A través de ferias gastronómicas y mercados alternativos, buscan incentivar su demanda y reconocer su valor dentro de la cocina mexicana.

    Un ingrediente con futuro en la cocina mexicana

    En los últimos años, chefs y expertos en gastronomía han comenzado a redescubrir el frijol de vaquita, incorporándolo en recetas innovadoras. Su versatilidad permite su uso en platillos contemporáneos, destacando su sabor y propiedades nutricionales.

    El rescate de este ingrediente no solo fortalece la identidad gastronómica de México, sino que también fomenta la soberanía alimentaria y el apoyo a los agricultores locales. Su consumo puede marcar una diferencia en la preservación de los cultivos tradicionales y en la promoción de una alimentación más saludable y sustentable.

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