En una era donde la experiencia es tan importante como el sabor, los supper clubs se consolidan como espacios íntimos que cruzan la línea entre la alta cocina y el ritual compartido. Estos formatos, a medio camino entre cena privada y evento cultural, ofrecen propuestas sensoriales que integran narrativa, diseño y menús locales de temporada. Seis de estos proyectos están marcando pauta en distintas ciudades del mundo, y uno de ellos —Nogal Nogal, en la Ciudad de México— sobresale por su autenticidad, estética cuidada y conexión directa con productores y comensales.
La tendencia global ya no gira en torno al restaurante tradicional. Los supper clubs responden a una nueva búsqueda: la de compartir más allá del plato, entender los procesos, y disfrutar una cocina comprometida con el entorno, la temporalidad y lo colectivo.
Nogal Nogal, Ciudad de México
Ubicado en una casona discreta de la colonia Roma Norte, Nogal Nogal ofrece algo más que cenas: crea atmósferas. Este proyecto, impulsado por Rebeca Ortiz y Xavier Piñero, nació como una serie de pop-ups durante la pandemia, en San Miguel de Allende y Puerto Escondido. Hoy, asentado en la capital mexicana, se ha ganado un lugar entre los referentes internacionales del supper club por su propuesta honesta y profundamente sensorial.
Cada servicio es único. El menú cambia constantemente, según la temporada y los ingredientes disponibles, pero lo que permanece es la estructura: una sola mesa, un fuego compartido y la convivencia directa entre chefs, artistas, productores y comensales. No hay espectáculo, sino cercanía. Aquí se han servido desde coliflor carbonara hasta platillos con técnicas ancestrales y vegetales poco conocidos, presentados con una estética minimalista que privilegia el origen y el proceso artesanal.
Nogal Nogal no busca impresionar con ostentación, sino reconectar con lo esencial. El detalle importa tanto como el sabor. Vinos naturales, vajilla seleccionada y música curada acompañan la experiencia. Además, el chef explica el origen de los ingredientes y el porqué detrás de cada platillo, rompiendo la distancia habitual entre cocina y sala. El resultado: una cena que se vive como una historia, donde la comida es el hilo conductor.

The Salon, Nueva York
En un edificio del Lower East Side, The Salon transforma la cena en performance. El chef Joshua Pinsky diseña experiencias que combinan técnicas francesas con narrativa contemporánea. Las noches fluyen entre platos provocadores, conversaciones intensas y una atmósfera que huele a nostalgia neoyorquina.
Mumba, Milán
Inspirado por la energía de Bombay y el diseño italiano, Mumba propone un viaje entre culturas. Sus menús multicurso incorporan ingredientes asiáticos y técnicas mediterráneas, acompañados por una playlist vibrante y una estética maximalista que convierte la velada en una fiesta sensorial.
Gather, Berlín
Este supper club berlinés apuesta por la cocina vegetal con un enfoque casi filosófico. El menú refleja los ciclos del paisaje local. La vajilla artesanal y las locaciones efímeras invitan a desacelerar y reconectar con lo esencial: el acto de comer como práctica meditativa.
Tapari, Londres
Tapari es una celebración migrante. Chefs nepalíes reinterpretan recetas familiares en mesas comunales que celebran la resistencia y la identidad. Cada plato carga memoria y protesta, en un formato que rompe con los convencionalismos del fine dining.
Senang Supper Club, Ámsterdam
“Senang” significa “feliz” en indonesio, y eso es lo que logra este supper club: una cocina indoeuropea servida en espacios minimalistas, con ingredientes locales bien tratados y técnica precisa. No hay espectáculo, solo calidez y honestidad.


                                    

