A poco más de dos horas de la Ciudad de México, San Sebastián Tenochtitlán ha logrado colocarse en el mapa gastronómico internacional gracias a una tradición repostera que ha resistido el paso del tiempo. Este pintoresco pueblo, ubicado en el municipio de Nopala de Villagrán, Hidalgo, no solo cautiva por su tranquilidad y paisajes rurales, sino por su inigualable vocación pastelera que lo ha llevado a ser reconocido mundialmente.
En el año 2010, este rincón hidalguense alcanzó notoriedad global al conseguir un Récord Guinness por elaborar el pastel más grande del mundo: 291.3 metros de largo y 80 toneladas de peso. A partir de entonces, San Sebastián Tenochtitlán fue bautizado como la “Capital Pastelera de México”, título que no solo honra su hazaña, sino una historia repostera que abarca más de seis décadas y continúa pasando de generación en generación.
Durante enero, el pueblo cobra vida con la Feria del Pastel, una festividad que va más allá del gusto por lo dulce. Los visitantes disfrutan de desfiles, concursos, actividades culturales y, por supuesto, de una exposición pastelera donde la creatividad de los reposteros locales se manifiesta en cientos de recetas originales. Desde bizcochos artesanales hasta reinterpretaciones modernas de postres clásicos, cada pastel representa la identidad del pueblo.
Tradición repostera con sabor local
La esencia de San Sebastián Tenochtitlán radica en su comunidad. Familias completas han hecho de la repostería su modo de vida, y sus conocimientos no se quedan en casa: muchos talleres ofrecen clases para que los visitantes aprendan a preparar sus propios pasteles, promoviendo así el intercambio cultural y el respeto por las tradiciones locales.
Además del pastel, el pueblo ofrece otras delicias como panes dulces horneados en leña, galletas caseras y bebidas artesanales que complementan la experiencia gastronómica. Es un lugar ideal para escapadas de fin de semana, donde el paladar se convierte en guía.
Aunque aún conserva un perfil discreto, San Sebastián Tenochtitlán se ha convertido en un destino imperdible para quienes buscan algo más que los típicos atractivos turísticos. Aquí, el sabor también cuenta historias y cada rebanada de pastel es una muestra viva de identidad.
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