James Ryan, presidente de la Universidad de Virginia, anunció este viernes su renuncia inmediata, tras una creciente presión por parte del gobierno del presidente Donald Trump, que había iniciado una investigación federal contra la institución por sus políticas de diversidad.
La decisión de Ryan —quien dirigía la universidad desde 2018— se enmarca dentro de una ofensiva más amplia de la administración Trump contra las universidades públicas y privadas de Estados Unidos, a las que acusa de promover una ideología “woke” y de discriminar a estudiantes blancos y conservadores.
“Preferí renunciar antes que luchar contra el gobierno federal”
En un comunicado, Ryan explicó que su renuncia obedece al deseo de proteger a la comunidad universitaria de consecuencias mayores: despidos, pérdida de fondos y posibles afectaciones al estatus migratorio de los estudiantes internacionales.
“Intentar permanecer en el puesto parecía egoísta y egocéntrico ante los cientos de empleados que podrían perder sus empleos, los investigadores que perderían su financiación y los estudiantes que podrían ver sus visas denegadas”, expresó.
Aunque no mencionó directamente al presidente Trump, sí confirmó que su decisión fue tomada después de que el Departamento de Justicia exigiera su salida como parte de una indagatoria abierta contra la universidad por supuestas prácticas de inclusión que «discriminan por razones ideológicas o raciales», según adelantó The New York Times.
Reacción política y preocupación por la autonomía universitaria
La renuncia generó reacciones inmediatas desde el Congreso. Los senadores demócratas por Virginia, Mark Warner y Tim Kaine, calificaron la presión ejercida por el Departamento de Justicia como un “grave error que perjudica el futuro de Virginia”.
“Es indignante que funcionarios del Departamento de Justicia de Trump hayan exigido que la universidad destituyera a Ryan. Esta es una intervención sin precedentes que pone en riesgo la autonomía de nuestras instituciones académicas”, señalaron en un comunicado conjunto.
Una cruzada contra la educación superior
Desde que Trump regresó a la Casa Blanca en enero de 2025, su gobierno ha lanzado una ofensiva sistemática contra universidades a las que acusa de “adoctrinar” a la juventud con ideas progresistas. Ha utilizado el término woke —con connotación peyorativa entre los conservadores— para referirse a políticas educativas orientadas a la inclusión de minorías raciales, sexuales y culturales.
En los últimos meses, el Departamento de Justicia ha abierto múltiples investigaciones a universidades como Harvard, Columbia y Yale, cuestionando sus procesos de admisión, su trato a estudiantes extranjeros y el uso de fondos federales en programas de diversidad e inclusión.
Trump incluso ha amenazado con revocar la acreditación de algunas universidades, medida que implicaría cortar el financiamiento federal y el acceso a becas estudiantiles, dejando a decenas de miles de alumnos sin apoyo económico.
El legado de James Ryan
Durante su gestión, Ryan lideró importantes reformas académicas y estructurales en la Universidad de Virginia, con un fuerte enfoque en el acceso equitativo, la investigación científica y el compromiso con la diversidad. Su renuncia representa un punto crítico en la relación entre el poder ejecutivo y la autonomía universitaria, generando preocupación sobre el futuro de la libertad académica en Estados Unidos.
Aún no se ha nombrado un sucesor inmediato, pero el Consejo Rector de la universidad anunció que se convocará a una sesión extraordinaria para definir los próximos pasos en la conducción institucional.
La comunidad académica, por su parte, se mantiene en alerta ante lo que consideran una intervención política sin precedentes en las decisiones de las universidades públicas del país.
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