El secretario de Estado, Marco Rubio, confirmó el fin de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) como entidad ejecutora de la asistencia exterior. A partir del 1 de julio de 2025, todos los programas serán administrados directamente por el Departamento de Estado, bajo criterios de eficiencia, estrategia y alineación con los intereses nacionales.
«Esta era de ineficiencia sancionada por el gobierno ha llegado oficialmente a su fin», escribió Rubio en una columna oficial publicada en el sitio web de la Secretaría de Estado. Según el funcionario, la reestructuración responde a décadas de resultados insatisfactorios y al uso cuestionable de fondos públicos por parte de USAID y sus redes globales de ONG.
USAID bajo la lupa
Rubio explicó que una revisión detallada de más de 715 mil millones de dólares en gastos históricos reveló que USAID ha fracasado en cumplir con sus objetivos: promover la influencia de EE. UU., generar desarrollo económico y fortalecer aliados. “En vez de resultados, lo que obtuvimos fue un complejo industrial de ONG que vivían de nuestros impuestos y justificaban su existencia con promesas incumplidas”, denunció.
En la misma línea, criticó que los países beneficiarios no correspondieran la ayuda recibida. Citó como ejemplo que en 2023, las naciones del África subsahariana votaron con EE. UU. solo el 29 % de las veces en resoluciones clave de la ONU, pese a haber recibido 165 mil millones de dólares desde 1991.
También cuestionó los desembolsos en Medio Oriente, que superan los 89 mil millones, y en Gaza y Cisjordania, donde aseguró que parte del dinero fue a parar a aliados de Hamás. “Los únicos que vivían bien eran los ejecutivos de ONG con estilo de vida de cinco estrellas”, afirmó Rubio.
Una nueva era de estrategia
Rubio aseguró que esta transformación de la política exterior no es un acto de caridad ni una retirada del compromiso global, sino una reorientación estratégica. Los fondos serán ahora selectivos, limitados en el tiempo y destinados solo a países que demuestren voluntad y capacidad de autosuficiencia.
“Habrá un solo símbolo en nuestra ayuda: la bandera estadounidense”, aseguró. Añadió que ya se están observando avances para que aliados internacionales, como la ONU y fondos multilaterales, asuman una mayor carga financiera. La reestructuración, dijo, también permitirá a EE. UU. contrarrestar el modelo de ayuda de China, al priorizar inversión sobre dependencia.
La nueva política empoderará a diplomáticos regionales mediante oficinas con autoridad reforzada, lo que facilitará respuestas rápidas y programas alineados con los intereses estratégicos de Washington. En palabras de Rubio, el modelo anterior fracasó porque trató la ayuda como caridad, no como una herramienta de poder.
Rubio también mencionó que este cambio estructural busca restaurar la credibilidad de Estados Unidos en la arena internacional al eliminar intermediarios innecesarios y reforzar el vínculo directo entre los recursos entregados y los objetivos diplomáticos. Según su visión, este rediseño colocará a EE. UU. en una mejor posición para competir por influencia global, impulsar alianzas más efectivas y garantizar que cada dólar invertido rinda beneficios tangibles para el pueblo estadounidense.
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