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    Ascenso y caída de Roman Starovoit: el fiel aliado de Putin hallado muerto tras un escándalo de corrupción

    Roman Starovoit, ministro de Transporte de Rusia hasta este lunes y una figura clave del aparato estatal de Vladímir Putin, fue hallado muerto en su automóvil en las afueras de Moscú, tan solo unas horas después de ser destituido por decreto presidencial. La versión oficial apunta a un suicidio, pero los indicios que rodean su muerte refuerzan las sospechas de otro posible ajuste de cuentas interno en el Kremlin.

    El cuerpo de Starovoit, de 53 años, apareció con un disparo en la cabeza en el distrito de Odintsovo, junto a una pistola Makarov que había recibido como condecoración en 2023. El Comité de Investigación ruso confirmó el hallazgo y declaró que la línea principal de investigación es el suicidio, sin mencionar otras posibles causas.

    Sin embargo, su destitución repentina, atribuida a la crisis del transporte aéreo tras una oleada de ataques con drones ucranianos, y su vínculo con un escándalo de corrupción en la región fronteriza de Kursk, han alimentado teorías sobre un presunto encubrimiento. En esa región, Starovoit fue gobernador entre 2018 y 2024, cargo que ocupó por designación directa de Putin.

    Lealtad y desplome político en tiempo récord

    Ingeniero de profesión, Starovoit había desarrollado su carrera en el aparato burocrático ruso desde la era postsoviética. Desde sus inicios en San Petersburgo, escaló posiciones hasta convertirse en director de la Agencia Federal de Carreteras (Rosavtodor). En octubre de 2018, Putin lo nombró gobernador interino de Kursk, una región clave por su proximidad con Ucrania.

    Durante su mandato, Starovoit no escatimó en muestras de fidelidad: respaldó abiertamente la invasión a Ucrania, visitó zonas ocupadas como Donetsk y firmó acuerdos de cooperación con la autodenominada República Popular de Donetsk. Su promoción a ministro de Transporte en mayo de 2024 consolidó su influencia, aunque duró apenas 14 meses en el cargo.

    Su salida se produjo luego de una serie de fallas logísticas graves en el sistema aéreo ruso, atribuidas a ataques ucranianos con drones. Durante el fin de semana previo a su muerte, se registraron casi 500 vuelos cancelados y más de 2,000 retrasos, lo que motivó una fuerte reacción del Kremlin.

    Corrupción, fortificaciones fallidas y una caída inevitable

    A la crisis aérea se sumó un escándalo por malversación de fondos en la construcción de fortificaciones defensivas en Kursk. Su sucesor y mano derecha, Alexey Smirnov, fue arrestado en abril por desviar cerca de 1,000 millones de rublos (unos 11 millones de dólares). Las investigaciones señalan que Starovoit podría haber estado al tanto o incluso implicado.

    Ya en 2022, medios rusos habían cuestionado su patrimonio familiar, debido a un sorpresivo incremento en las propiedades de su esposa. Tras dejar Kursk en 2024, la región fue brevemente invadida por tropas ucranianas, lo que comprometió aún más su legado como gobernador.

    Starovoit había sido sancionado por EE. UU., la Unión Europea y Ucrania por su participación en la invasión. En reiteradas ocasiones negó tener cuentas en el extranjero y se mostró como un funcionario disciplinado y nacionalista. Fue condecorado con la Orden de Honor y la Orden de Alexander Nevsky.

    Una muerte que refuerza un patrón ominoso en Rusia

    La desaparición de Roman Starovoit se suma a una serie de muertes inexplicables de altos funcionarios y empresarios desde que Rusia lanzó su ofensiva militar contra Ucrania. Al menos doce figuras cercanas al poder han fallecido en circunstancias calificadas oficialmente como «suicidios», pese a las dudas persistentes sobre cada caso.

    Mientras el Kremlin intenta cerrar filas y designó al ex gobernador de Nóvgorod, Andrei Nikitin, como ministro interino de Transporte, las preguntas en torno a la muerte de Starovoit seguirán generando tensión.

    Aunque el portavoz Dmitri Peskov negó que la destitución haya obedecido a una «pérdida de confianza», la cadena de eventos y la violencia del desenlace son sintomáticos de la opacidad y peligros del poder en la Rusia contemporánea.

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