A sus 43 años, Leo Radvinsky es uno de los empresarios más poderosos del ecosistema digital global. Dueño absoluto de OnlyFans, plataforma de contenido para adultos con más de 300 millones de usuarios, ha construido un imperio que redefine los límites entre la tecnología, la privacidad y el sexo. Todo esto sin conceder una sola entrevista, sin aparecer en conferencias ni alfombras rojas, y con apenas una fotografía suya circulando en internet.
Originario de la extinta Unión Soviética y criado en los suburbios de Chicago, Radvinsky es una anomalía entre los magnates tecnológicos. Mientras Elon Musk y Jeff Bezos compiten por la atención pública y la conquista del espacio, él prefiere el bajo perfil y el control absoluto. Sin embargo, las cifras hablan por él: su fortuna asciende a 4 mil millones de dólares y evalúa vender OnlyFans por hasta 8 mil millones.
Un imperio construido desde las sombras
Radvinsky comenzó su carrera en los rincones más turbios de internet. A los 17 años, fundó Cybertania, empresa que alojaba sitios de pornografía y contraseñas filtradas. Uno de sus primeros dominios, «Ultimate Passwords», ofrecía supuestos accesos a páginas privadas de contenido adulto. En la década del 2000, su presencia en el ecosistema digital creció con el lanzamiento de MyFreeCams, pionera en el modelo de “camming”, donde modelos interactúan en vivo con usuarios mediante propinas.
Su modelo de negocio se basó en eliminar intermediarios y ofrecer un contacto directo, aunque virtual, entre consumidores y creadores de contenido sexual. Esa lógica lo llevó en 2018 a adquirir totalmente OnlyFans, una empresa británica fundada por Tim Stokely. En un año, la plataforma multiplicó sus ingresos y se convirtió en la red social de contenido exclusivo más rentable del planeta.
El secreto de su éxito: vender cercanía, no sexo
Lo que diferencia a OnlyFans de otros sitios es su estrategia: no ofrece pornografía tradicional, sino la ilusión de intimidad. El modelo es simple pero lucrativo: 80% de lo que pagan los usuarios va al creador del contenido; el 20% restante a la empresa. Durante la pandemia, la plataforma sumaba hasta 300 mil nuevos usuarios diarios y sus ingresos se dispararon.
Radvinsky aprovechó el algoritmo emocional de las redes sociales: la necesidad de conexión. OnlyFans fue su obra maestra. Pero no sin controversias: ha sido acusado de lucrar con contenido de alto riesgo, de permitir el ingreso de menores y de dificultar la fiscalización de ingresos. Nada de eso ha detenido su ascenso.
Una figura opaca con ambiciones filantrópicas
Según quienes han trabajado con él, Radvinsky obliga a firmar acuerdos de confidencialidad extremos. Se autodefine como «empresario tecnológico, inversionista ángel y aspirante a piloto de helicóptero». Su esposa, Katie Chudnovsky, dirige una fundación enfocada en enfermedades gastrointestinales y él mismo ha donado al Memorial Sloan Kettering Cancer Center.
Ambos han expresado interés en unirse al «Giving Pledge», la iniciativa de Bill Gates y Warren Buffett para que los ultrarricos donen la mayor parte de sus fortunas a causas sociales. Una eventual venta de OnlyFans, según analistas, podría convertir a Radvinsky en una figura aún más influyente en el ámbito filantrópico global.
El multimillonario sin rostro que quiere escalar a la cima del mundo
Actualmente reside en Florida, lejos del bullicio financiero de Silicon Valley. Su trayectoria lo aleja del modelo clásico de empresario tech. No hay lanzamientos de productos, conferencias TED ni fundaciones con su nombre estampado en mármol. Solo resultados: entre 2019 y 2024, cobró 1,300 millones de dólares en dividendos.
Lo que hace polémico a Radvinsky no es solo la naturaleza del negocio, sino su dominio sobre una industria que las grandes tecnológicas y el sistema financiero tradicional aún miran con recelo. La venta de OnlyFans abriría una nueva etapa, pero también podría provocar un reacomodo global en la industria del entretenimiento digital para adultos.
Pese a su pasado ligado a dominios cuestionables —algunos con nombres de celebridades como Paris Hilton, Britney Spears o Jessica Simpson— Radvinsky se ha consolidado como uno de los empresarios más rentables del siglo XXI. ¿Su secreto? Ser invisible. Mientras otros buscan fama, él controla desde las sombras una plataforma más poderosa que muchas televisoras.
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