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    Trump apuesta por aranceles a Hollywood: estrategia política con escaso sustento económico

    La industria cinematográfica de Estados Unidos podría convertirse en el nuevo blanco de la política comercial del presidente Donald Trump. Aunque parezca insólito, el mandatario ahora propone imponer aranceles a las películas producidas en el extranjero como parte de su estrategia para “Hacer que Hollywood sea grande de nuevo”. La medida, aunque cuestionada desde el punto de vista económico, apunta directamente al electorado del sector servicios, una base política en crecimiento.

    Trump ha centrado tradicionalmente su discurso económico en la recuperación del empleo industrial en el Medio Oeste. No obstante, la semana pasada desvió su atención hacia California, proponiendo castigar con tarifas la producción cinematográfica que se realice fuera de EE. UU. La razón: presionar a los estudios para que vuelvan a generar empleo local, en una ciudad sindicalizada que ha perdido trabajos ante la globalización y la tecnología.

    De inmediato, liberales y conservadores desestimaron la propuesta como otro arrebato sin sentido. Pero el análisis político sugiere algo distinto. Hollywood enfrenta desde hace años una fuga de empleos hacia países con costos más bajos. A esto se suma una amenaza más reciente: la inteligencia artificial, que reduce la necesidad de mano de obra humana tanto en producción como en etapas creativas.

    La disrupción tecnológica reconfigura el sector

    En 2023, guionistas y actores protagonizaron huelgas históricas en defensa de sus derechos frente al uso de IA en la industria. Las protestas no solo se centraron en salarios, sino en la protección de la propiedad intelectual, la voz y la imagen de los trabajadores. Con más del 80 % del valor de las grandes empresas basado en activos intangibles, como datos y software, el impacto del avance tecnológico es profundo.

    Hollywood se convierte así en terreno fértil para discursos populistas. La inseguridad laboral de quienes trabajan detrás y frente a las cámaras los vuelve más receptivos a promesas de protección, incluso si estas son económicamente inútiles. Trump lo sabe y actúa en consecuencia, buscando consolidar el voto del “precariado” del sector servicios, el mismo grupo que teme ser desplazado por máquinas o trabajadores extranjeros.

    El gobernador de California, Gavin Newsom, ha intentado responder con créditos fiscales para fomentar la producción local. Sin embargo, ni sus medidas ni las de Trump abordan el núcleo del problema: el cambio estructural que implica la automatización y la economía digital.

    Un nuevo campo de batalla

    Trump ha detectado un nuevo campo de batalla. Si antes apelaba al obrero de la siderurgia, ahora busca a los electricistas, camarógrafos, maquillistas y guionistas desplazados por IA y deslocalización. Y si bien los aranceles a películas extranjeras no resolverán los problemas de fondo, permiten ofrecer una narrativa de protección frente a una realidad laboral cada vez más incierta.

    En una economía donde el 79 % de la fuerza laboral pertenece al sector servicios, esta nueva línea política podría tener mayor alcance que sus anteriores apuestas manufactureras. La jugada de Trump no está en los beneficios económicos, sino en la óptica política. Y eso, como ya ha demostrado en el pasado, puede bastar para cosechar votos.

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