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    Lee Jae-myung asume la presidencia de Corea del Sur con un juicio abierto que podría marcar su mandato

    Lee Jae-myung se convirtió en el nuevo presidente de Corea del Sur tras ganar unas elecciones anticipadas en un contexto de crisis institucional grave. Su triunfo representa el regreso del liberal Partido Democrático (PD) al poder, luego de la destitución del presidente conservador Yoon Suk-yeol. Sin embargo, Lee llega al poder con un juicio penal pendiente que puede complicar su gobierno desde el primer día.

    Nacido en 1964 en Andong, Lee creció en la pobreza y logró estudiar Derecho gracias a una beca. Comenzó su carrera política en 2004, fue alcalde de Seongnam entre 2010 y 2018, y luego gobernador de la provincia más poblada del país, Gyeonggi. Se le reconoce por impulsar programas sociales, como un ingreso básico para jóvenes, y por su enfoque en la eficiencia fiscal.

    Pese a su popularidad, su carrera no ha estado exenta de polémicas. Lo acusan de estar vinculado a un esquema irregular en el desarrollo inmobiliario de Daejang-dong, un caso que cobró relevancia cuando uno de los involucrados apareció muerto en 2021 bajo circunstancias sospechosas. En mayo, el Tribunal Supremo ordenó reabrir un juicio contra Lee por falsedad en declaraciones relacionadas con ese escándalo, a pesar de haber sido absuelto previamente.

    La Constitución surcoreana prohíbe procesar a un presidente en funciones salvo por insurrección o traición. No obstante, no está claro si esta inmunidad aplica a procesos iniciados antes de asumir el cargo. Esto abre un debate legal que puede afectar la estabilidad del nuevo gobierno.

    Lee enfrentará el juicio mientras gobierna, un escenario inédito que pone en jaque la confianza en sus decisiones. Aunque el veredicto final aún está lejos, la incertidumbre política puede complicar la implementación de su agenda y aumentar la polarización en un país que ya enfrenta profundas divisiones sociales.

    Un liderazgo en medio de desafíos políticos y sociales

    Durante la campaña, Lee adoptó un tono más moderado y pragmático. Se definió como centrista-conservador y enfocó su discurso en la economía, la tecnología y la justicia social. Propuso crear un Ministerio de Clima y Energía, así como fortalecer el Ministerio de Igualdad de Género y Familia, en contraste con sus rivales conservadores que buscan eliminarlo.

    En política exterior, Lee busca resultados concretos y alianzas basadas en la confianza. Pretende reactivar el diálogo con Corea del Norte y manejar con pragmatismo las tensiones comerciales con EE. UU., sobre todo en torno a los aranceles impuestos durante la administración del presidente Donald Trump.

    Asumiendo sin período de transición, Lee enfrenta un país dividido por ideologías, generaciones y género. En su último mitin prometió una “revolución luminosa” que aclare la verdad sobre la destitución de su predecesor y garantice rendición de cuentas. Sin embargo, el resultado de su juicio pendiente puede determinar no solo su legitimidad, sino la viabilidad de su mandato.

    Su partido se enfrenta ahora al reto de gobernar en un ambiente donde la estabilidad política está en duda. Las alianzas y el apoyo legislativo serán clave para que Lee implemente sus propuestas y logre reducir la creciente desconfianza ciudadana hacia las instituciones.

    Además, la comunidad internacional observa con atención cómo maneja esta situación, pues Corea del Sur juega un papel crucial en la seguridad regional de Asia Oriental y en la dinámica con potencias como China y EE. UU. La forma en que Lee lidere su gobierno podría influir en la posición estratégica del país en el mundo.

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