La estrategia comercial de México frente a los aranceles impuestos por el presidente Donald Trump está marcando una diferencia crucial respecto a la postura adoptada por Canadá. Mientras Ottawa eligió responder con represalias y aranceles espejo, la presidenta Claudia Sheinbaum ha evitado confrontaciones directas, lo que derivó en un trato diferenciado favorable hacia México en las últimas decisiones de Washington.
Ambos países estaban sujetos a un arancel base del 25 por ciento, con exenciones previstas en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). No obstante, el pasado jueves, Trump otorgó a México una prórroga de 90 días para nuevos incrementos arancelarios, mientras que aumentó el arancel a productos canadienses al 35 por ciento. Esta disparidad ha encendido el debate entre analistas sobre los costos y beneficios de las estrategias de represalia.
La reacción de Canadá: presión política, represalias y consecuencias
Canadá, bajo el liderazgo del primer ministro Mark Carney, se había comprometido a mantener una postura firme contra las medidas unilaterales de Estados Unidos. En marzo, Ottawa impuso aranceles del 25 por ciento a importaciones por más de 21 mil millones de dólares, incluyendo sectores clave como alimentos, ropa y automóviles. Estas acciones buscaban generar «el máximo dolor» económico como herramienta de negociación.
Sin embargo, la respuesta estadounidense fue aún más severa. Trump no solo elevó los aranceles al acero y aluminio canadienses al 50 por ciento, sino que también justificó su escalada argumentando el “papel de Canadá” en obstaculizar la cooperación bilateral contra el tráfico de fentanilo. Este punto es particularmente polémico, ya que las propias autoridades de EE. UU. reconocen que México es una fuente más significativa de esa droga.
Mark Carney se enfrenta ahora a un dilema político: mantener la línea dura prometida a sus votantes o reconocer que las represalias podrían estar agravando la relación con Estados Unidos. Analistas como David Collins, profesor de comercio internacional en Londres, afirman que “los aranceles de represalia son perjudiciales para el país que los impone”.
México evita la confrontación y gana margen de maniobra
La estrategia de Claudia Sheinbaum ha sido completamente distinta. Su administración ha optado por una postura diplomática, sin implementar medidas espejo ni emitir amenazas públicas. Esta línea de acción parece haber rendido frutos: México sigue gozando de la exención bajo el T-MEC, al menos por ahora, y ha evitado la aplicación de nuevos aranceles punitivos.
“Vale la pena decirlo: el presidente Trump nos trata con respeto en todas las llamadas que hemos tenido, y nosotros también a él”, declaró Sheinbaum en conferencia de prensa. Su alta aprobación pública, que ronda el 75%, refuerza su capacidad de navegar las tensiones sin recurrir a medidas populistas.
El contraste con Canadá es evidente. Mientras Ottawa intensifica sus aranceles y después se ve obligada a conceder exenciones por presión empresarial, México se ha enfocado en preservar la certidumbre de su relación bilateral con EE. UU. Esto ha evitado fricciones innecesarias y reducido el impacto sobre sectores clave como manufactura, alimentos y tecnología.
¿Hasta cuándo puede sostenerse esta estrategia?
El principal riesgo para México es que la estrategia de no confrontación depende casi por completo de la voluntad política de Trump, lo que introduce una dosis de incertidumbre. Expertos como Avery Shenfeld, del Canadian Imperial Bank of Commerce, advierten que la exención del T-MEC podría debilitarse en cualquier momento.
La lección que deja el episodio es clara: en tiempos de volatilidad comercial y gobiernos impredecibles, una política de contención y diplomacia puede ser más efectiva que las medidas de fuerza. Pero esa estrategia exige una vigilancia constante, canales diplomáticos abiertos y una sólida lectura de los intereses en juego.
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