El vuelo 1893 de Delta Air Lines protagonizó un incidente alarmante el pasado martes 19 de agosto, aterrizando en el Aeropuerto Internacional de Austin-Bergstrom, Texas, con el ala izquierda dañada. La aeronave, un Boeing 737-800 que despegó de Orlando, Florida, a las 12:55 p.m., presentó un fragmento del flap —la superficie móvil del ala crucial para despegue y aterrizaje— desprendido, según un video grabado por la pasajera Shanila Arif desde su ventana a unos 12,000 pies de altura.
A pesar del temblor inicial, que los ocupantes confundieron con turbulencias, el avión aterrizó sin incidentes a las 2:30 p.m. local con 62 pasajeros y seis tripulantes a bordo. Delta retiró la aeronave de servicio para mantenimiento y ofreció disculpas, priorizando la seguridad.
El video, ampliamente compartido en redes, muestra el flap colgando precariamente, generando pánico entre los pasajeros. Arif relató a CNN: “Pensamos que era turbulencia fuerte. La señora frente a mí abrió la ventana y dijo que estaba roto; me asusté mucho”. Algunos temieron que el fragmento se desprendiera por completo y golpeara la cola, aunque la tripulación mantuvo el control.
La Administración Federal de Aviación (FAA) ha iniciado una investigación para determinar las causas, un paso rutinario tras incidentes estructurales en Boeing 737, modelo que ha enfrentado escrutinio por fallos previos en 2025. Delta confirmó que el daño se detectó post-aterrizaje, cancelando dos vuelos el miércoles para revisiones.
Este caso reaviva preocupaciones sobre la seguridad aérea, especialmente tras reportes de fallos en componentes de Boeing. Aunque no hubo heridos, el incidente subraya la importancia del mantenimiento y ha avivado debates en línea sobre la confiabilidad de las aerolíneas, con algunos cuestionando si las inspecciones actuales son suficientes. La FAA promete un informe detallado, mientras Delta asegura plena cooperación, enfocándose en restaurar la confianza de los pasajeros.
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