El trofeo de la Copa del Mundo es, sin discusión, el objeto más deseado en el planeta fútbol. Pero su historia está marcada por robos, fugas insólitas, reglas cambiadas sobre la marcha y una evolución que explica por qué ninguna federación podrá quedárselo jamás, sin importar cuántas veces lo gane. Desde que Alemania fue sede del certamen de 1974, la copa adoptó el diseño que hoy reconocen millones de aficionados, una pieza que representa la victoria y la universalidad del deporte. Sin embargo, entender este trofeo obliga a mirar hacia atrás, a los episodios que definieron su destino.
El final de la Jules Rimet y el cambio de reglas
Hasta 1970, el reglamento de la FIFA establecía que cualquier selección que conquistara la Copa del Mundo en tres ocasiones podía quedarse de forma definitiva con el trofeo Jules Rimet. Brasil lo logró en México 1970 y, con Pelé a la cabeza, lo llevó a casa como un tesoro nacional. La estatuilla pasó entonces a la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), pero su futuro sería trágico. Antes del Mundial de Inglaterra 1966, la copa había desaparecido temporalmente en Londres y fue encontrada por un perro llamado Pickles, pero en Río de Janeiro no hubo final feliz: la Jules Rimet fue robada en diciembre de 1983 y nunca volvió a aparecer.
Las autoridades brasileñas identificaron a José Luiz Vieira (“Bigote”), Francisco Rocha (“Barba”) y al argentino Juan Hernández como responsables. Aunque el detective Miguel Murilo interrogó a Hernández y obtuvo solo sonrisas como respuesta, el objeto ya había sido fundido y vendido. La CBF hizo una réplica; del trofeo original sobrevivió únicamente la base, resguardada hoy por la FIFA.
Nace una nueva copa: más segura, más simbólica y jamás transferible
Tras el robo y con la obligación de sustituir la Jules Rimet, la FIFA organizó un concurso internacional. El diseño elegido fue el del escultor italiano Silvio Gazzaniga, quien creó una pieza icónica: dos figuras humanas estilizadas sosteniendo el planeta. Con 36.8 centímetros de altura, 6.175 gramos de peso y fabricada en oro macizo de 18 quilates, la nueva copa incorporó anillos de malaquita verde en la base y fue presentada por primera vez en Alemania 1974.
La organización decidió que ningún país podría quedársela jamás. Desde 2006, el trofeo original solo permanece unos minutos en manos del campeón durante la premiación. Inmediatamente después, la FIFA lo recupera y entrega a la selección ganadora una réplica.
Un objeto con custodias extremas y un protocolo hermético
Durante el sorteo del Mundial 2026, la copa volvió a escena. Una imagen llamó la atención de los aficionados: Lionel Scaloni, entrenador de la vigente campeona Argentina, utilizó guantes especiales para manipular el trofeo, una medida exigida para evitar daños, manchas o desgaste.
Desde 1974, solo seis selecciones han grabado su nombre en la base: Alemania y Argentina (tres títulos cada una), Italia (dos), Brasil (dos), Francia (dos) y España (uno). Uruguay e Inglaterra no aparecen porque conquistaron sus Mundiales bajo la era de la Jules Rimet.
Símbolo deportivo… y reflejo del poder en FIFA
La copa ha tenido más campeones que la propia presidencia de la FIFA. En 118 años, solo nueve dirigentes de cinco países han encabezado el organismo: Robert Guerin, Daniel Burley Woolfall, Jules Rimet, Rodolphe Seeldrayers, Arthur Drewry, Stanley Rous, Joao Havelange, Joseph Blatter y Gianni Infantino. Entre ellos, destaca el argentino Julio Grondona, quien fue vicepresidente senior y administró durante 26 años la tesorería, una de las áreas más sensibles del ente.
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