Petróleos Mexicanos atraviesa uno de los momentos financieros más complicados de los últimos años. La petrolera estatal cerró el tercer trimestre con pérdidas millonarias, una baja en la producción y una deuda que ya supera los 100 mil millones de dólares, pese al megaplan de rescate impulsado por la presidenta Claudia Sheinbaum. El panorama no solo expone fallas acumuladas, sino también señales severas sobre la capacidad de la empresa para recuperarse en el corto plazo, incluso con un respaldo histórico del gobierno federal. En este contexto, Pemex intenta responder con incrementos en el procesamiento de crudo y con nuevas alianzas privadas, aunque los resultados todavía no se reflejan en sus estados financieros.
Presiones crecientes sobre las finanzas de Pemex
La compañía reportó una pérdida neta de 61 mil 250 millones de pesos en el tercer trimestre, equivalente a unos 3,300 millones de dólares. Este resultado contrasta con las ganancias de casi 60 mil millones registradas en el periodo previo, lo que alimenta la presión sobre la estrategia de rescate.
Además, la producción de crudo y condensados cayó casi 7% respecto al año pasado, al ubicarse en 1.65 millones de barriles diarios. El gas natural también sufrió un ligero retroceso, una tendencia que agrava la preocupación sobre la capacidad operativa de Pemex. Aunque el procesamiento de crudo aumentó, el avance no es suficiente para contrarrestar el deterioro general.
A ello se suma un aumento de la deuda total, que llegó a 100 mil 300 millones de dólares al cierre de septiembre. Tres meses antes, el monto ascendía a 98 mil 800 millones, lo que confirma una tendencia al alza que preocupa a los mercados.
Plan de rescate y dudas del mercado
El gobierno de Sheinbaum anunció un apoyo de 41 mil millones de dólares para apuntalar a la petrolera. El paquete incluye 12 mil millones obtenidos mediante el acuerdo P-Cap, un fondo de 13 mil millones de la banca de desarrollo y 14 mil millones de dólares en emisión soberana destinados a recompras de deuda.
Además, la administración federal planea transferir más de 14 mil millones a Pemex en 2026 para cubrir obligaciones financieras. Estas medidas han sido bien recibidas por los inversionistas y las agencias calificadoras, que mejoraron la nota crediticia de la empresa. Los bonos también se apreciaron, impulsados por la expectativa de un respaldo sostenido.
Riesgos operativos y el papel de los socios privados
A pesar del impulso gubernamental, persisten dudas sobre la capacidad de Pemex para aumentar la producción. Sus campos maduros y las refinerías deficitarias siguen siendo desafíos críticos. El plan de negocios presentado en agosto no logró despejar todas las preocupaciones, y la compañía se encamina a registrar un déficit fiscal histórico con el gobierno, estimado en 31 mil millones de dólares.
Ante la necesidad de reactivar la extracción, el gobierno abrió la puerta a nuevos socios. Hasta ahora, Grupo Carso, propiedad de Carlos Slim, es el aliado más visible, aunque las negociaciones con otras compañías continúan en reserva.
Debate energético y nuevas apuestas para el futuro
México también analiza reactivar la discusión sobre el fracking para aprovechar sus reservas de esquisto. La medida busca reducir la dependencia del gas importado desde EE. UU., que alcanzó un récord de 7 mil 500 millones de pies cúbicos diarios en mayo. Este escenario impulsa la urgencia por fortalecer a la petrolera estatal, aun cuando el método genera resistencias por su impacto ambiental.
El futuro inmediato de Pemex dependerá de su capacidad para estabilizar sus finanzas, aumentar su producción y sostener la confianza del mercado. Con un plan multimillonario en curso, la petrolera está obligada a demostrar que puede revertir una tendencia que se prolongó durante más de una década.
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